Resulta que un
grupo de fiscales y jueces convocan a una “marcha del silencio” para el próximo
18 de febrero, en homenaje a Alberto Nisman. Tienen todo el derecho del mundo a
homenajear como quieran al fiscal fallecido, pero no a tomarnos por tontos. Con
aparente inocencia y total descaro, pretenden hacernos creer que se trata de
una movilización de “la gente”, una convocatoria apolítica, un simple homenaje.
¿Por qué, entonces, la marcha tiene como epicentro esta Plaza, frente a la Casa
de Gobierno?
¿Hay algo más
político que un grupo de jueces y fiscales marchando en silencio a Plaza de
Mayo?
¿Existen
movilizaciones que no sean políticas?
La respuesta es no.
La respuesta es que
es una marcha profundamente política, cuyo propósito es apuntar los cañones
contra el Gobierno como instigador de la muerte de Nisman. Y más aún: la
respuesta es que los jueces y fiscales convocantes, marchan por un silencio
equivalente a la impunidad: la suya propia.
Varios de estos
jueces y fiscales obstruyeron la investigación de los encubrimientos en la
causa AMIA.
Uno de estos
fiscales tenía una carpeta con fotos de niños, niñas y adolescentes de bajos
recursos y la utilizaba para hostigarlos, estigmatizarlos y criminalizarlos.
Además les presentaba esas fotografías a quienes habían sido víctimas de un
delito para inducirlas a culpar a los vecinos de Villa Mitre.
Uno de estos
fiscales asiste, en cada elección, al bunker del PRO, a festejar con globos
amarillos y canciones de moda, el desempeño electoral de Mauricio Macri y sus
amigos.
Uno de estos
fiscales fue viceministro del Interior de José Luis Manzano e intervino en el
irregular ingreso al país de los traficantes de armas y primos políticos de
Menem, Monzer y Ghazan Al-Kassar.
Uno de estos
fiscales tiene un expediente disciplinario ya que aparece en grabaciones
ordenadas por el juez Ramos Padilla, conversando con un comisario corrupto, al
que le sugiere cómo aliviar su situación, con ayuda de un juez federal que
también convoca a marchar en silencio.
Uno de estos
fiscales fue desplazado por hacer concursos de ingresos de personal no
transparentes.
Uno de estos
fiscales es el candidato de Sergio Massa a la Procuración General.
Uno de estos
fiscales es un férreo oposito de la reducción de penas de las personas privadas
de su libertad y, por eso, se opone al nuevo Código Penal por considerarlo “garantista”.
Uno de estos
fiscales fue relevado de la Unidad Fiscal para la Investigación del Lavado de
Dinero ya que no había avanzado con ninguna causa.
Uno de estos
fiscales fue el que estuvo a cargado de la causa de La Tablada, donde fueron
torturados y desaparecidos varios compañeros y todavía no hubo justicia.
Uno de estos
fiscales encubrió el abuso sexual contra una menor cometido por el yerno de su
amigo.
Uno de estos
fiscales encubrió la causa de Río Tercero, la venta ilegal de armas, el
Narcogate; el mismo fiscal, el que investigó a la familia Pomar en lugar de
encontrar la camioneta que estaba a la vera de la ruta.
Uno de estos fiscales
es jefe de seguridad del Club Boca Juniors. Está documentada su interacción con
integrantes de la barrabrava del club: reuniones en su despacho con personas
que en ese mismo momento estaban prófugas de la Justicia. Esta misma persona
fue ministro de Seguridad bonaerense y su objetivo fue darle “mayor poder de
fuego” a la Bonaerense, la policía experta en desaparecer y asesinar jóvenes de
los barrios marginales.
Los casos podrían
seguir in eternum. Se podría decir
que la lista de delitos e irregularidades que involucra a los jueces y fiscales
que convocan a la marcha del 18 es infinita. Y que cada dato demuestra quiénes
son y qué intereses representan. Pero, además, cabe preguntarse por qué estos
jueces y fiscales nunca, jamás, convocaron a una marcha en homenaje, por
ejemplo, los 30.000 desaparecidos. ¿No se sintió interpelada la corporación
judicial por la búsqueda de Justicia en casos como la Masacre de Famatina, la
de Margarita Belén o, por nombrar sólo algunos, la desaparición de “Paco”
Urondo, Raymundo Gleyzer o por las tres Madres que luchaban por la aparición
con vida de sus hijos? ¿Por qué no homenajearon a Darío Santillán y a
Maximiliano Kosteki? ¿Por qué no convocaron a marchar en homenaje a Ezequiel
Demonty, obligado a morir ahogado en el Riachuelo por la Policía? ¿No los
conmovió la desaparición de Luciano Arruga o los muertos del 19 y 20 de
diciembre de 2001?
La respuesta, otra
vez, es NO.
La respuesta es
evidente: esta “marcha de silencio” busca callar estos antecedentes. Ellos lo
saben aunque no lo digan: el silencio es la peor impunidad.
(Leída el jueves 12 de febrero de 2015 en Plaza de Mayo, tras la habitual marcha de la Asociación Madres de Plaza de Mayo)
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