La puerta de su
casa –en el barrio de Belgrano, Buenos Aires– tiene un letrero que dice “El
tugurio”. La Real Academia Española afirma que tal cosa es “una habitación,
vivienda o establecimiento pequeño y mezquino”.
Según lo que ya es
leyenda, el escritor Osvaldo Soriano quiso ofender con ese calificativo al
dueño de casa, el periodista e historiador Osvaldo Bayer, quien lejos de hacerlo
adoptó el nombre para identificar su morada.
En el primer
ambiente –un breve living– lo que impresiona es el desorden. Hay infinitas
pilas de diarios en inverosímil equilibrio. Sobre la pared trasera hay una
biblioteca, de esas que impiden ver la pared. En ella hay libros, por supuesto,
pero muchos más que los que debería albergar si se respetara su estructura:
podría completarse una similar con los libros que rebalsan, apilados
anárquicamente. Hay un Dostoievski de 1958 que cuelga como un fruto maduro. Siento
pena por él y presiento que pronto la Ley de la Gravedad lo atraerá a donde
amenaza caer.
–No
es desprecio, es que soy muy desordenado –dice Bayer, autor de más de diez
obras entre las que se destacan La
Patagonia Rebelde; Rebeldía y
Esperanza; y Severino Di Giovanni, el
idealista de la violencia.
En la biblioteca
también conviven diversos reconocimientos –otorgados por el Grupo Planeta hasta
el Centro Cultural de la Cooperación– DVDs y una foto de Marlene Dietrich, la actriz
y cantante alemana que fue ícono de Hollywood.
–Ella
me besa todas las noches antes de irme a dormir.
(Ejercicio del "Máster de Crónica Periodística" de la Revista Orsai, a cargo de Josefina Licitra. Consigna: Semblanza de un personaje. Primeras líneas)
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