miércoles, 5 de diciembre de 2012

El hombre de todos los pueblos

NUEVO LIBRO SOBRE EL CHE GUEVARA

Por Luis Zarranz
Lucía Álvarez de Toledo traduce la realidad y los idiomas: es periodista e intérprete. Es porteña como la melancolía, pero hace varias décadas vive en Londres. Allí editó y tradujo al inglés “El Diario del Che en Bolivia” y el libro con los recuerdos del padre de Ernesto. Y allí, en el 2010, escribió, en inglés, “La historia del Che Guevara” para que hijos de Shakespiare y europeos conozcan mejor al líder revolucionario más popular del siglo XX. Ahora, tradujo su propia obra al castellano, editada por Emecé, quitando todas las referencias que los latinoamericanos ya conocemos sobre el Che pero agregando algunas otras para comprender su historia.
El resultado es un libro que aborda al hombre y no la leyenda, y que recorre su asombrosa trayectoria: de joven aventurero e idealista hasta el carismático líder revolucionario que es (hablar del Che en pasado es un oxímoron). La autora destaca un aspecto poco estudiado de la identidad del Che: la argentinidad que forma parte de su personalidad.
Para presentar su libro, Lucía Álvarez de Toledo vino a nuestro país, donde siempre está volviendo, donde nunca se ha ido. Al hablar del Che, las palabras se le escapan a borbotones: lo admira profundamente, es una militante de su ejemplo. Y, además, proviene del mismo medio social que Guevara, con quien comparte varios amigos y escenarios.

-¿Qué era lo que más te impactaba del Che antes de escribir el libro y qué fue lo que te impacto a medida que lo ibas escribiendo?
-Me impactaba el hecho de que fuera alguien salido de mi propio medio. Me preguntaba cómo había hecho para convertirse en un comandante guerrillero en Cuba. Era muy intrigante recoger anécdotas de gente que lo había conocido. Es un personaje muy nuestro y no sólo porque nació entre nosotros sino en su mentalidad, en su modo de ser, en sus postulados. El Che no es un mito. Un mito es una cosa que está ahí arriba, que se venera. Eso es lo que quieren los yanquis, que sea una cosa estratosférica, una estatua. El Che es un símbolo de la solidaridad. Como son las Madres. Es el símbolo de la rebeldía, de no aceptar lo que está mal. Cuando uno es el símbolo de todas esas cosas también lo es del amor porque está detrás de estas búsquedas. No hay factor más unificante que ese.

-Te propongo un ejercicio. Pensemos en un nene de seis años. ¿Cómo le contarías quién fue el Che?
-Alberto Granados, que era gran amigo del Che y también lo era mío, tiene una anécdota que para él es totalmente representativa y pinta a Ernesto de cuerpo entero. Alberto decía: “Con todo lo que había leído, siendo un tipo culto, sofisticado, que hablaba bien francés, tenía un don, una condición que es muy atractiva para que los chicos sepan: eran incapaz de mentir”. La mentira le parecía una cosa terrorífica, una traición: entonces no mentía. Y claro, no hacerlo a veces puede ser bastante duro. Alberto contaba que una vez cuando estaban en Lima el profesor Hugo Pesce, famoso leprólogo que los había alojado y les había dado de comer, les pide una crítica del libro que había escrito y Ernesto le dice “es una porquería”. Alberto no lo podía creer y cuando después le dijo cómo había dicho eso, Ernesto le respondió: “No viste que no quería abrir la boca”. Eso es lo que hay que decirles a los chicos. ¿Qué ejemplo tenés que seguir del Che Guevara?: no mentir. Hay ahí una pureza que es fantástica.

-En su diario el Che anota que la experiencia en el Congo fue “un fracaso”. En Bolivia no pudo escribir el final pero todos lo sabemos. ¿Calificarías como “fracaso” la experiencia del Che en el Congo y Bolivia? ¿Por qué?
-Yo tengo que decir “Ernesto, lo siento mucho pero no estoy de acuerdo” y entonces tengo que decir porqué. Él dice “esta es la historia de un fracaso” y cuenta todo lo que pasó en el Congo con una severidad consigo mismo terrorífica.
Él le da su diario de guerra a Fidel, que no lo publica hasta que se supo que el Che había estado en el Congo. ¿Qué había hecho Fidel al leerlo? Entendió que en vez de una guerrilla tenía que pensar otro tipo de colaboración: médicos, educadores, instructores.

-América Latina ha tenido cambios notables, sobre todo en la integración regional, en relación a los años en que el Che actúa de manera continental. ¿Podemos pensarlo como vanguardia de esa integración regional?
-Sí. Yo siempre digo que él entregó su vida en Bolivia, que era el país más pobre porque estaba el estaño en manos de tres ricachos con apellidos extranjeros y los aymaras reventados de hambre. Ahora Bolivia tiene un presidente aymara: Evo Morales es la consecuencia del Che. A mí me resulta muy difícil que me digan que el Che está muerto porque está vigente en todas partes. Está presente en la alfabetización, por ejemplo. Por suerte escribió mucho y se lo puede leer; hizo mucho. Tenía la enorme voluntad de no achicarse ante nada. Esas son las cosas que tenemos que aprender. Era médico: los médicos cubanos están por todas partes.

-¿Por qué crees que la imagen del Che se ha convertido en un ícono mundial por encima de otros líderes revolucionarios? En otras palabras, ¿qué tenía el Che que los demás no?
-Tenía, y esto te lo dicen hasta sus enemigos, esa cosa que se llama carisma, picardía, ironía. Se sabía reír de sí mismo. Y otra cualidad muy linda: era de una humildad increíble. Hay una anécdota en el campamento, en la Sierra Maestra, en la que están sirviendo café y se lo traen a él primero. Él, apuradísimo, le dice al visitante: “No es que a mí me sirvieron primero porque soy el comandante, sino porque lo tomo sin azúcar. Ahora se llevan el termo y lo azucaran bien porque a los cubanos les encanta el azúcar”. Eso es muy cautivador. En la selva, trataba de igual a igual a los campesinos. Si no sabían leer sacaba ahí nomás un cuadernito y empezaba a enseñarles. Y los campesinos, analfabetos, venían de años de sometimiento sin que nadie los tratara así.

-Con todo lo que has investigado, ¿cuál de todos los personajes que tuvo relación con el Che te parece el más nefasto?
-Es una excelente pregunta. A mí un tipo que me trae mal es Mario Monje Molina, que era Secretario del Partido comunista boliviano. Yo lo entrevisté para el libro. Tengo un conflicto enorme con este tipo porque ves lo que pasó: lo dejó ahí tirado, en la selva boliviana, le retiró el apoyo. El Che dice que partió como quien iba al patíbulo. Y Monje se defiende y sostiene que nadie hubiera seguido al Che en Bolivia por su color de piel, porque era blanco y los campesinos color cobre.

-Además de Fidel, Raúl Castro y Camilo Cienfuegos, ¿quiénes son las personas que más marcaron el devenir del Che?
-Adoraba a los vietnamitas Ho Chi Minh y al general Giáp. Giáp les dio la salsa a los franceses, a los chinos, a los japoneses y a los yanquis. Y el Che tenía una admiración por Ho Chi Minh que cuando una vez coincidieron en Rusia –esto me lo contó el intérprete ruso de Madrid– el Che le pide de hablar –Guevara hablaba perfecto francés– entonces le dice si podían tener una conversación de una hora. Ho Chi Minh le dice que sí y el Che le dice a su intérprete que se vaya a tomar el café. ¿Qué se habrán dicho? Daría cualquier cosa por saber.

-Una de las hipótesis que el libro refuta es la que Fidel abandona al Che en Bolivia. ¿Cómo definirías la relación entre el Che y Fidel?
-Dos tipos más distintos, imposible. Fidel es un extrovertido tremendo, aunque tiene un motivo para hablar cuatro horas: repetir mucho porque cuando llegó al poder los guajiros no entendían nada, habían sido tratados como el orto: es un educador. El Che era tímido, no le sacabas una palabra. Era muy retraído, muy privado, muy austero. Qué dos personalidades tan distintas. Cuando se conocieron enseguida el Che le tuvo gran admiración. Y a Fidel le gustó, me parece a mí, que el Che siempre hizo una interpretación del marxismo nada petrificada. Encuentran interlocutores a su medida porque los polos se atraen: esto también lo dice Raúl, lo decía Ñico López, el gran amigo cubano del Che. Creo que hay algo de eso, de complementarse. Fidel entiende que puede delegar ciertos aspectos de la Revolución en este tipo porque tiene formación.

-El libro desarrolla también las fuertes críticas del Che a lo que eran los “estímulos materiales” de la URSS y que él contraponía con “estímulos morales”. En cierta medida, ¿anticipó con estas críticas lo que luego sería la debacle de la URSS?
-Hay mucha gente que dice que sí. El Che le tenía una alergia espantosa a la ley de valor, que era eso de que cuando hacés el programa de producción el individuo es parte de ese engranaje. Los rusos hacían eso y según el Che cada vez lo hacían un poquito más. Rusia es un país inmenso, planteaba el incentivo material porque tenía que tener contenta a una población enorme. Eso es la isla, donde eran cinco millones, no era necesario: no había ese problema de diversidad de gente, de climas. Una cosa que al Che lo puso mal es darse cuenta de que los rusos no lo iban a ayudar a industrializar. Él quería salir del monocultivo, esa idea le venía de Martí que decía que el pueblo que le vende a un solo cliente es esclavo de ese país. Los yanquis le redujeron la cuota del azúcar a Cuba y después directamente la cancelaron. Los rusos comenzaron a comprar toda la producción de azúcar de la isla. Al Che le ponía los pelos de punta porque se estaba divorciando de uno y casando con otro cuando lo que había que hacer era diversificar. Y la URSS nunca propuso eso.

-¿En términos políticos, tiene, tuvo, herederos el Che?
-La semilla está sembrada. A mí que no me cuenten que está muerto. Estoy convencida de que el pensamiento del Che sigue vigente. Pero lo que tenemos que comprender es la calidad del personaje, la motivación, al individuo. Por eso escribí el libro: para contar lo que lo anima.

-Los periodistas cuando escribimos solemos construir un lector. ¿Pensabas en un lector y en qué tipo?
-Esto lo hablé con la editorial, que me dijo que en vista de que hacía 45 años que se había muerto y que no se termina de morir nunca, querían hacer un libro para la gente joven. Este es un libro para la juventud. Eso me encantó porque la gente joven no está viciada. Yo quería hacerles ver a esos jóvenes cómo era el mundo entonces. A todos estos chicos informatizados no les entra en la cabeza cómo era estar en la Sierra Maestra. No lo pueden creer porque ellos agarran la compu o el celular y ya se comunican con todo el mundo. Quería mostrar la vida de Ernesto para que también sepan cómo era el mundo antes de toda esta tecnología.

-¿Qué significó escribir el libro, publicarlo en inglés primero y ahora en castellano?
-Fue muy difícil porque hay muchísimas cosas que no se podían contextualizar. Al editor inglés le daba un ataque de nervios porque yo ponía muchos nombres y los ingleses se confunden tantos apellidos. Tuve que empezar a escribir sin esos detallecitos, de una manera más simbólica. A los ingleses no les puedo hablar como te estoy hablando a vos. Eso era un condicionamiento. Si bien tenía que quitar nombres y preservar la idea para contarla de manera más abstracta, lo que era un laburo chino, siempre supe que iba a contar lo que tenía que contar. Nadie me iba a hacer contar lo que no quería. Contraté a un importante editor inglés y fue lindísimo porque cuando lo llamé me dijo: “Del Che Guevara no sé nada, razón por la cual te voy a poder ayudar mucho”. Claro, porque no venía con ideas preconcebidas. Me obligaba a aclarar más el contexto, a no dar nada por sentado. Cuando la editorial española me pidió que lo tradujera al castellano, aproveché para quitarle todas las aclaraciones que los latinos no necesitamos. Eso fue muy interesante. Y no solamente quité eso sino que agregué algunas detalles. Fue volver a hacer el libro prácticamente

¿Quién es el Che en tu vida?
-El Che es parte de mi vida. Es la esencia de la argentinidad. Si nosotros nos apropiamos de esas cualidades el Che es una guía, tiene las respuestas para todo. Es el sucesor de Bolívar, el que marcha a la cabeza de todos los reclamos. 

(Publicada en la revista "Ni un paso atrás", diciembre 2012)

1 comentario:

  1. Leí primero el libro y ahora la entrevista, sinceramente me gustó mucho más la entrevista que el libro, la entrevista tiene vida y me da la posibilidad de entender mejor a la autora.

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