Cumplen diez años creando obras que describen la vida del barrio en su propia clave histórica y social. Mastaderos es el verdadero protagonista de todas sus puestas.
Por Luis Zarranz
Mataderos es un
barrio que desborda identidad. Los frigoríficos, el ex Mercado Nacional de
Hacienda, la feria tradicional, el club Nueva Chicago son algunos de los íconos
que lo identifican y distinguen. Es tal el sentido de pertenencia que sus
habitantes proponen, de manera más provocativa que real, erigir la “República
de Mataderos”: el barrio como un país.
Allí, en el Parque
Alberdi, de los más grandes de la zona sur de la Ciudad de Buenos Aires, tiene
su base de operaciones uno de los grupos de teatro comunitario que este año
sopla diez velitas: “Res o no res”. (En
Mataderos hasta la duda existencial shakesperiana se pronuncia en clave
frigorífica).
Es sábado, la tarde
corre lenta como una caricia distraída y las camperas en la mano, inútiles en
su función, confirman que, alto en el cielo, el sol sí cumple su función. El
Parque Alberdi es una invitación a tirarse en el pasto y dejar pasar los
minutos, las horas, la prisa. Allá, más lejos, en la pista de skate, los pibes
se disfrutan mientras saltan por el aire. Más acá, nenes en bicicleta, parejas
que se besan a cielo abierto, goleadores que se sienten en el Bernabéu: la
multiplicidad de escenas que conforman un parque. No hay amontonamiento, cada
cosa sucede en su lugar. Un espacio común es eso: la posibilidad de encuentro
de partes y fragmentos haciendo un todo.
El polideportivo de
Nueva Chicago, dentro del parque, es el punto de encuentro de “Res o no res”,
donde los más de cuarenta vecinos que integran el grupo se transforman en
actores. Es sábado: hay ensayo.
Gustavo Potenzoni es el director y una de sus funciones es estar en cada detalle. La parábola de su participación en el grupo muestra el tipo de construcción al que aspiran: comenzó, como un vecino más, diez años atrás, y luego sus propios compañeros lo erigieron en coordinador: la república participativa de “Res o no res”.
Gustavo Potenzoni es el director y una de sus funciones es estar en cada detalle. La parábola de su participación en el grupo muestra el tipo de construcción al que aspiran: comenzó, como un vecino más, diez años atrás, y luego sus propios compañeros lo erigieron en coordinador: la república participativa de “Res o no res”.
ESCRIBIENDO EL BARRIO
Si hubo algo que el
grupo tiene es capacidad de acción: ya crearon y estrenaron cuatro obras,
siempre con referencias a la identidad frigorífica y matarife del barrio:
“Decimos que nuestras obras siempre deberían tener olor a chorizo”, acota
Gustavo.
Ø En
2002, tres meses después de los primeros encuentros: “Desde el alma”. Reflejaba
episodios de la historia del barrio, la fuerte impronta que el frigorífico
marcó en su nacimiento y las costumbres que transmitió en la vida cotidiana.
Ø Un
año después: "Perfume Nacional, la patria dejará de ser colonia". Una
indagación dramática y musical sobre la política británica en el Río de la
Plata en las invasiones de 1807, el empréstito de la Baring Brothers, la Guerra
del Paraguay y el Pacto Roca-Runciman de exportación de carne vacuna de 1933.
Entre tantos otros espacios, llegaron a presentarla en el Foro Social Mundial
de Porto Alegre.
Ø Año
2006: “Fuentevacuna". Basada en "Fuenteovejuna" de Lope de Vega,
conjuga ese episodio teatral con la famosa toma, en 1959, del Frigorífico
Lisandro de la Torre. Sobre la base de las mitologías del carnaval, cuenta la
integración expresada por el pueblo, los trabajadores y el barrio en esos
episodios históricos.
Ø 2010:
“La Bovina Comedia (una tragedia porteña)”. Sobre el telón de fondo de “La
Divina Comedia”, la obra relata el viaje de una adolescente que es guiada por
su abuela a través de un cementerio-parque al que han ido a parar las cosas que
han dejado de ser (“Las Hemos Sido”) y las que nunca llegaron a ser (“Las Nunca
Fuimos”).
LA VOLUNTAD COMO IDENTIDAD
En las obras actúan
cuarenta vecinos, que además cantan, tocan instrumentos, se ocupan del vestuario,
del maquillaje, de la escenografía. Es un grupo heterogéneo y
multigeneracional: de ocho a setenta años.
En el Parque, con
la música funcional de decenas de gorriones, Gustavo analiza lo que él llama
“un milagro”: “Puede pasar que un vecino deje de venir durante un tiempo e
igualmente tiene las puertas abiertas para sumarse cuando quiera. Ha pasado: la
gente se casa, se embaraza, se muda, se pone de novio, se pelea. Son variables
del teatro comunitario que, a la vez, es lo que lo hace rico. Muchas veces nos
pasa que hasta el día anterior no sabemos qué elenco vamos a tener. Y al
principio eso parecía un problema hasta que lo capitalizamos pensando que es
una característica, porque lo que hace es agudizar el ingenio”.
También dice: “El
teatro comunitario permite tener identidad como ciudadano y que un grupo que
está basado en la voluntad pueda hacer y decir cosas, porque, entiendo yo, la
base primordial del teatro comunitario es la voluntad: acá vienen todos los
vecinos en forma gratuita, nadie paga una cuota y lo que hacen, lo hacen con
ganas”.
-¿Qué ocurre cuando el vecino se transforma en actor?
-Con
el correr de los años lo he ido observando mejor y capitalizando porque al
principio era uno más de los actores que se habían acercado. Cuando se llega al
teatro comunitario uno no sabe muy bien de qué se trata. Se está acercando
porque hay un espacio, porque es teatro, porque querés expresarte pero pasan
unos cuantos ciclos hasta que decís: “Ah, esto es teatro comunitario”. Yo he
visto gente que ha venido a acompañar a su pareja y dice "ni loco voy a actuar" y hoy está participando. Además, actuar no es lo único: los maridos de las
chicas, por ejemplo, arman el buffet o nos ayudan a armar y desarmar, o hacen
el flete. Todo eso hace que un montón de personas hagan el producto final. Y
que haya gente que se sorprenda de sus propias cualidades. Ahí es por donde
pasa la transformación: tomar conciencia de las capacidades, a veces ocultas, y
que de repente empiezan a ver la luz. Tenemos muchos ejemplos: quienes dicen “no
creía que podía hacer esto’. Una anécdota: un compañero me dijo una vez: “¿vos
sabés que nunca había actuado? Ni en la escuela”. Y me emocionó mucho porque pensé: ¡ni en la escuela!
EL ÉXITO ES PODER HACER
Además de las
funciones y los ensayos, “Res o no res” tiene otras propuestas: los jueves
realizan un taller de Teatro Leído a cargo de Estela Calvo, dramaturga e
integrante del grupo desde su inicio, en el que leen, apasionadamente, la
tercera obra del grupo, “Fuentevacuna”. Tanto, que ya grabaron un CD de la
obra. Y los miércoles, una docente especializada en actuación para chicos
brinda un “taller de juegos teatrales”, para niños de 6 a 12 años, con el
objetivo de ampliar el espectro transformador del teatro comunitario a través
de actividades lúdicas.
Los diez años son
propicios para un balance: “Lo más saliente, sin duda, es habernos mantenido
continuamente, haber producido muchísimas cosas: viajes, intercambios, la
cantidad de gente que ha pasado: cerca de cuatrocientas. Estoy orgulloso de que
nunca se haya pagado un mango por participar del grupo y que lo sostengamos.
Vamos creciendo, no ya desde una forma troncal expansiva. Lo más sustancial ha
sido multiplicarse y abrirse. Y haber logrado establecerse en el barrio. Llegar
a ser lo que creo que somos: ‘los pibes del teatro’”, sostiene Gustavo.
Así, y desde hace diez
años, el teatro comunitario es, también, una de las identidades de Mataderos.
+
(Publicada en la revista "MU", octubre 2012)
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