Esta entrevista
surgió entre Buenos Aires y Montevideo, se concretó en Mar del Plata y será
publicada en una revista de Bariloche. Ésas son las coordenadas geográficas
pero sin embargo no tiene una geografía definida ni un tiempo preciso. En ella,
Eduardo Galeano, un escritor y periodista que excede este recorrido, hablará de
los cafés, de la crisis económica mundial, de América Latina, Bagdad, la
inseguridad, las palabras traicionadas, los medios de comunicación, los
servicios públicos y otras tantas cuestiones que nos atraviesan.
Por Luis Zarranz
Cuando uno de
nosotros era chico, y ser periodista era cosa del futuro lejano, se dijo que
entrevistar a quien ahora baja del ascensor a nuestro encuentro era su máxima
aspiración.
La anécdota
sirve, como pocas, para reflejar la admiración que nos despierta el
entrevistado y sería totalmente injusto omitir el dato, sabiendo lo fácil que
usted se dará cuenta al leer la entrevista, ajena a todo manual del
entrevistador: ahí donde decía que debíamos interrumpirlo, lo hemos dejado
hablar. Donde estaba escrito eso de que “un buen periodista no muestra sus
sensaciones”, hemos hecho el esfuerzo para que estuvieran a flor de piel.
La reflexión
sobre esta experiencia, cosa que los manuales tampoco aconsejan hacer, nos
arrojó una interesante conclusión: la subjetivación del hecho periodístico, ya
de una manera intencionada, nos permitió no sólo saborear el momento, sino
merodear la esencia de quien teníamos enfrente, pero sentimos de nuestro lado.
La puerta del ascensor se abre en la planta baja de este
refinado hotel de pretenciosa arquitectura y decoración pero de escaso buen
gusto. De él baja el único pasajero que transporta, procedente del décimo piso:
pantalones de jeans, camisa azul turquesa. Por debajo, una camiseta negra. Por
encima, un pulóver en forma de mochila, colgando sobre sus hombros y cayendo
por la espalda.
Camina lento. No hay apuro en él. Las manos abrazadas por
detrás, a la altura de la cintura. Un paso y otro, mirada marinero hacia el
frente. Uno percibe una armonía entre ese tempo de cada paso, entre esa manera
tan reflexiva de caminar y el intelectual que es, que ya, a prima vista, se
siente trasladado a otro espacio y no en el anexo del Hotel Hermitage que lo
hospeda en estos primeros días de la IV Feria del Libro de Mar del Plata, en la que es
uno de los invitados ilustres y el encargado de la Apertura.
Transitamos los quince metros que nos distancian desde el
mostrador del lobby hasta su persona, es justo reconocerlo, con mucha más
prisa, ansiedad y expectativa que él. Nos saludamos e intercambiamos las
primeras palabras: que el tiempo está loco, que es extraño para la época el
frío y el viento que se registra hoy, y otras vaguedades climáticas.
Caminamos por el hotel, ya metidos en su ritmo, en busca
de un lugar agradable y tranquilo donde poder sentarnos a conversar, actividad
que los tiempos actuales desprecian. Ese sitio será el exclusivo café para
huéspedes, donde los (pocos) que están presentes no hablan entre ellos sino con
un alguien vía celular. Ninguno de ellos repara en la presencia de Eduardo
Galeano. Es probable que, incluso, no sepan de quién se trata, ni quieran
saberlo.
Hombres de negocios, negocios de hombres: la presencia
femenina es nula. Cada uno de ellos actúa tal como se espera que actúen en un
ambiente como éste. El salón es, en efecto, una millonada de clichés, de poses
y de gestos comunes. Somos nosotros y él los únicos que desentonamos con la
geografía y eso más que una pena, genera orgullo.
Antes que el grabador se encienda, uno ya se siente
complacido de estar a punto de cruzar palabras (de eso se trata) con quien ha
hecho de ellas alquimia de sueños, dolores, alegrías, tristezas y las ha incorporado
a la vida cotidiana. Este viaje relámpago a “La Feliz ” con el exclusivo
objetivo de entrevistar al escritor de Las
Venas Abiertas de América Latina, El
libro de los Abrazos, Patas Arriba
y el reciente Espejos, entre
muchísimos otros a través de los cuales ya hablamos con él; los intercambios de
correo electrónico, el llamado al celular para avisar(nos) que lo habían
cambiado de “tapera”, un decir galeanesco para referirse a estos hoteles de
múltiples estrellas: todo queda en el pasado en el silencio que pregona la
primera pregunta.
-Vamos a
arrancar, como diría mi abuelo, por el principio. Dicen que la vida es el
reflejo de la infancia. ¿Cómo fue tu infancia, qué te acordás de aquellos años?
-La verdad que no tengo mucho para contar de mi infancia
porque fue una infancia bastante silvestre. Yo vivía en un barrio donde ahora
en Montevideo hay rascacielos pero en mis tiempos eran puro descampado. Mi
hermano y yo, la verdad, que tuvimos una infancia muy libre, con bandas que se
organizaban para pelear, al estilo de la edad.
-Así como cambió
tu barrio, ¿cambió mucho Uruguay de aquella época a hoy?
-Sí, cambió. Claro que cambio. Cambio todo, Uruguay y el
mundo han cambiado muchísimo. El Uruguay que me formó era el de los
cafés. Soy hijo de los cafés de Montevideo. Yo no tuve educación formal.
Todo lo que sé se lo debo a los cafés viejos de Montevideo, los que me
formaron. Ahora quedó uno solo vivo, pero había muchos.
-¿Qué se aprende
en los cafés que no se aprende en los lugares formales?
-En mi caso una lección de vida que es saber valorar el
tiempo y la posibilidad de perder el tiempo, tener siempre tiempo para perder
el tiempo.
-Esta es otra de
las cosas que también se perdió
-Sí, se perdió porque ahora el tiempo tiene un valor de
rentabilidad, que tiene un precio que es superior al valor y entonces el tiempo
se vende, como todo. En mi caso en particular, aprendí el arte de narrar en los
cafés, escuchando narradores orales, gente que no sé quiénes eran pero me
colaba en las mesas. En aquel tiempo se podía andar por Montevideo sin
documentos, sin nada. No había violencia, entonces yo en los cafés me sentaba y
escuchaba: así aprendí el arte de narrar.
-Y ahora que hay
menos cafés, ¿dónde se puede aprender el arte de narrar?
-Todavía tengo un café, que me lo habían cerrado pero
ahora me lo reabrieron, el Brasilero. Es un café de 1887, de las pocas cosas así que quedan vivas. Y la verdad es que el café, hablando de rentabilidad, no es
rentable. Que un tipo esté tres horas en una mesa con un cortado es
inimaginable en el mundo de hoy. De todos modos el arte de narrar se aprende
escuchando, siempre: eso no ha cambiado. Para
no ser mudo hay que empezar por no ser sordo. Si vos no sabés escuchar no
vas a saber hablar o en todo caso lo que digas no va tener interés para los
demás porque los laberintos de tu propio ombligo pueden ser apasionantes para
vos pero para el resto de la humanidad no tienen porqué ser un tema que
interese demasiado. Entonces creo que para poder hablar hay que saber escuchar y
hay que recibir esas voces y aprender que las voces que valen la pena escuchar
suenan, a veces, en los lugares menos presentables. Digamos, no en los foros
universitarios, en los centros donde se reúnen los expertos para explicar cómo
es el mundo, sino en lugares sencillos, simples, por ejemplo las paredes.
-Vos has
rescatado mucho los graffitis. ¿Qué admiras de ellos?
-Soy un gran lector de paredes, que es la imprenta de
los pobres, el periódico abierto a todos. Y ahí, en el Río Pinturas, en
Argentina, están los primeros graffitis: son esas manos, que es un modo de
decir ‘yo estuve ahí, yo soy algo más que una mota de polvo en el universo, yo
soy algo más que un instantito de tiempo, estuve aquí’. Y un poco lo que mueve
a la gente a escribir algo en una pared es eso, aparte de opinar. A veces
opinan estupendamente: “Las vírgenes tienen muchas navidades pero ninguna
Nochebuena” o “nos mean y la prensa dice llueve”.
-Ese es de
Buenos Aires
-Ese es de Buenos Aires, el otro es de Montevideo pero
hay millares de maravillas que uno va encontrando, va rescatando, y después lo
que uno escucha: la maravilla del relato oral. Se supone que las voces del
pueblo son nada más eco de las voces del poder, según los técnicos, pero no es
verdad eso. Es verdad que el lenguaje popular se ha degradado mucho por obra de
la televisión y de los medios masivos que imponen cierto lenguaje obligatorio.
Yo tengo una amiga canaria, de las Islas Canarias, que se interesa mucho por
estos temas de lenguaje y el lenguaje rural en las aldeas perdidas de las islas.
Entonces andaba recorriendo por ahí con un aparatito de estos (señala al
grabador) para recoger las voces de los viejos. Y muchos de los viejos les
decían, ‘no, mejor hablé con él que habla mucho más bonito’. Y él era el nieto,
el bisnieto. Y ellos hablaban como la tele, por eso hablaban más bonito.
Galeano hunde sus labios en el cortado, los humedece, y
luego, lentamente, absorbe su contenido. No habla sólo con su boca, no. Sus
manos hablan también. Su mirada tiene voces, que es preciso saber escuchar y
también mirar. La boca te mira con la misma pasión con que los ojos
sueltan las palabras. Nos habla a nosotros pero casi podríamos jurar que le
habla al café, a él mismo, a la historia que será, al futuro que fue.
Le preguntamos en qué cosas América Latina sigue teniendo
las venas abiertas y en cuáles fue suturando las heridas y no esconde el
fastidio por una pregunta que juzga reiterada en sus entrevistas. Nos lo dice
con la boca pero también con los ojos, las manos, los gestos. “¿Qué te voy a
contestar, lo mismo que siempre contesto?, que me encontré con el conde Drácula
en una calle de Buenos Aires, que andaba buscando psicoanalista por el complejo
de inferioridad que le producían las grandes corporaciones internacionales. Eso
contesto siempre para evadirme”, argumenta para volver a evadirse. “Lo cierto
que sí, -agrega- es una región del mundo que trabaja al servicio de otra. Sí,
es cierto, eso sigue siendo verdad, y que no
hay ninguna riqueza inocente: toda riqueza se nutre de alguna pobreza y
ahora fíjate con esta crisis mundial el mundo entero está aceptando con
bastante pasividad, y hasta con aplausos, estos regalitos que van recibiendo
los banqueros, los pobres banqueros que son los culpables de esta catástrofe
financiera”, sostiene.
Luego se explaya sobre el plan de “salvataje” con que
Europa y Estados Unidos hicieron de Papa Noel: “Los banqueros son los que
reciben la recompensa con que los premian, por lo menos, con 3 millones de
millones, que te da una buena cantidad de ceros. A la larga lo paga eso que
llaman ‘Tercer Mundo’, o sea las naciones sometidas, que venden lo que venden
cada vez más barato, pagan deudas externas que son como sogas ahí metidas en el
pescuezo con una vuelta de rosca y otra y otra. Por fin se le ocurrió a alguien
–Correa, en Ecuador- ver si era legítima o no. Le vamos a pagar la deuda
legítima, pero primero vamos a ver qué es esa deuda. Argentina no sabe la deuda
que paga, Uruguay tampoco. Se supone que son deudas que vienen de alguna parte,
que tienen un fundamento, pero nunca a nadie se le ocurrió escarbar una por una
para decir ‘ésta deuda no la vamos a pagar’”, dice mientras escarba el aire con
la mano.
“Chile no tendría que pagar los prestamos que le dieron a
Pinochet para que asesinara gente, al igual que otros asesinos de países que
contaron con auxilio. La mayor deuda se incrementa en la época de las
dictaduras”, recita dando cuenta, una vez más, que ese crisol que es América
Latina tiene también, en lo más horroroso de su historia reciente, una historia
presente.
Estamos tratando de entender, Galeano mediante, lo
inentendible de un sistema que paga lo que no debe, debe lo que no paga, premia
lo que debería castigar y castiga lo que debe premiar. Semejante esquizofrenia
nos altera y las preguntas se preguntan si hubo un hecho puntual, algún suceso
concreto, que impulsó a Eduardo a ponerle palabras a las injusticias, para que
sean menos injustas: “Yo nunca sentí que fuera el denunciador de nada. Yo
simplemente soy un enamorado de la realidad y trato de contarla, en lo que
tiene de horrendo y en lo que tiene de maravilloso. Porque si contara nada más
lo que tiene de horrendo, la gente se moriría de aburrimiento, que es lo que
pasa con la mayor parte de la literatura bien intencionada, que en lugar de
generar indignación genera sueño. No sueños
sino sueño, o sea una irresistible necesidad de dormir porque es aburridísima y
en efecto estas letanías de dolor incesante no conducen a ninguna parte porque
aburren a todos. Además, justamente, los dolientes del dolor lo que menos
quieren es volver a escuchar el dolor que padecen, encima que lo están
padeciendo. Entonces hay que saber cómo tratar de acercarse a estos temas a
veces muy espinosos logrando que sean atractivos y que además estén siempre acompañados
por una contraparte: a veces una pequeña frase, una pequeña cosita que indique
que en medio de ese desierto hay un trébol de cuatro o de cinco, o de
seis hojas”
En criollo, diría la abuela, mezclar una de cal con una
de arena. ¿Ejemplos?: “Por ejemplo, en Espejos,
hay unas cuantas referencias a la guerra de Irak, claro, lógico, una guerra que
nació de una mentira y que mintiendo sigue y que ha matado no se sabe cuánta
gente porque se sabe cuántos muertos hay entre los invasores pero no entre los
invadidos, de eso no hay la menor idea. Entonces hay unos cuantos textos que se
refieren a eso pero también hay uno que dice ‘cuidado con confundirse, querido
lector, mucho cuidado. En Irak nació el primer poema de amor de la historia de
la humanidad, en ese mismo lugar que es ahora ese escenario de horror
incesante, y que se refiere al encuentro de una diosa inmortal y un pastor
mortal’. En mi versión sintetizada lo que dice ese poema es que ‘la diosa amó
aquella noche como si fuera mortal y el pastor fue inmortal mientras duró esa
noche’”.
-¿Como “las mil
y una noches”?
-En Irak nació la escritura, y en Irak la princesa
Sherezade contó las mil y una noches, que es el libro que nos enseñó a todos el
arte de contar, porque yo aprendí lo que aprendí en los cafés pero también
porque Sherezade me enseñó que si el rey se aburría, le cortaba la cabeza y que
por lo tanto está prohibido aburrir. Y me enseñó el arte del suspenso porque
siempre dejaba los cuentos sin terminar para que el sultán no la matase. Entonces
para saber cómo terminaba la historia tenía que llegar a la noche siguiente.
Así te enseña la técnica del tigre en el aire, cómo se puede lograr mantener la
tensión del lector. Bueno, eso fue escrito en Bagdad, a partir de una cantidad
inmensa de historias que circulaban en la época.
Bagdad era el cruce de todos los caminos, allí se
encontraban las cosas y las palabras: las cosas porque era un centro comercial
importantísimo y las palabras porque era el centro cultural más importante del
mundo, por lejos. Esta misma Bagdad ahora bombardeada, despreciada, triturada
por Occidente que, entre otras cosas, aniquila lo que ignora. Qué nivel de
ignorancia. Seguramente Bush cree que la escritura fue inventada en Texas,
estoy seguro. Qué nivel de brutalidad, qué nivel de patanería que tienen los
amos del mundo, es algo que te deja bizco.
Nos reímos, está claro que para no llorar. “Tienen el
complejo mesiánico de que son los salvadores del mundo, de blancos, negros,
rojos, violetas. Bush hablaba con Dios, nunca aclaró si era por fax, por mail y
tampoco qué días se comunicaba, pero él dijo que la orden de invadir Irak se la
había dado Dios”, esgrime Eduardo ya sin café que llevarse a la boca.
“Y quién nos salva a nosotros de ellos”, le preguntamos y
nos reímos ya sin saber si para es, o no, para evitar las lágrimas. “De ese
tema Dios no dio orientaciones”, apunta Galeano, marcando los “olvidos” del Señor. “Lo que quiero
decir es que ellos tienen una vieja costumbre, insana costumbre, tóxica para la
humanidad, peligrosa para la humanidad, de sentir que tienen que salvarte. Yo
no quiero que me salven, qué mierda. Además todos los que vienen a salvarte
terminan chupándote hasta la última gota de tu sangre y exprimiéndote hasta la
última gota de tu sudor. Estos salvadores…”, dice meneando la cabeza, que
también habla, de izquierda a derecha.
“Además fíjense la importancia que tienen en Estados
Unidos todas estas sectas evangélicas desde donde insisten con la idea de la salvación. Salvar a los otros en lugar de respetarlos,
de escucharlos. En lugar de decir ‘señores, por ahí ustedes tienen algo
interesante que decir’, no: el mensaje siempre es al revés. Es unidireccional,
del que manda al mandado, del que opina al opinado. ‘Yo te voy a decir cómo son
las cosas, te voy a explicar cómo es el mundo, te voy a dar la receta para que
te vaya mejor en la vida’”.
-¿Por eso el
sistema acepta la caridad, de arriba hacia abajo, y no la solidaridad, que es
entre iguales?
-Si, además ahora con los resultados estos podrían, en un
acto de sentido común, decir ‘bueno al fin y al cabo esa idolatría del mercado,
que hay dejar que el dinero actúe y que el Estado no joda, por lo menos es
sospechosa’. El hecho es que hicieron puré el Estado en todo el sur del mundo.
Los servicios públicos están desechos. Mirá lo que es Aerolíneas Argentinas.
¿Qué quedó? Un pobre resto humeante. Parece que hubiera sido victima de algún
bombardeo: un avión de guerra que fue victima de un bombardeo. Yo viajaba en
Aerolíneas Argentinas cuando dirigía la revista Crisis, y era la mejor línea del mundo. Mirá cómo está ahora. Mira
cómo está el Correo. Yo estoy harto de mandar cartas de Uruguay a la Argentina que no llegan
nunca. Son servicios religiosos: los entregan cuando Dios quiere. (Otra vez risas
compartidas. Otra vez, para no llorar).
-Bueno, con YPF
nos pasó algo muy parecido
-YPF es otro desastre. Y los trenes. Esa película, “La Próxima Estación ”, qué gran
tarea hizo Pino Solanas con eso. Todas esas situaciones son collares de
infamias por todas partes para aniquilar el Estado porque era una molestia, algo que se interponía entre
el progreso y el hombre. Y lo pulverizaron y ahora que lo necesitamos, ¿qué
hacemos? ¿Cómo no va a funcionar el correo? No puede ser.
Acá es especialmente desastroso pero en Uruguay, fíjense
lo que me pasó con Espejos, les
cuento una sola de las muchas experiencias que tuve: en Montevideo tengo una
casilla de correo, la 751, donde me llegan las cartas, las revistas. Entonces
yo le quería mandar el libro a un gran amigo mío que es músico y musicólogo y
tiene otra casilla en el mismo lugar, que es el Correo Central de Montevideo.
La casilla de él está a un metro y medio de la mía. Entonces yo voy con el
libro y le digo a los amigos que atienden ahí, que me conocen de memoria, ‘mirá,
ponele este libro en su casilla’. Y me dicen: ‘No, eso no se puede hacer. Tenés
que franquearlo, mandar el paquete’ y entonces… recorrer ese metro y medio,
demoró un mes”.
La anécdota, por demás gráfica, permite que la charla se
entremeta con el deterioro de los servicios públicos en todo el mundo, y en
especial en América Latina. Galeano rebalsa en anécdotas personales que
ilustran de qué hablamos: un libro perdido rumbo a la Argentina , otro hacia
España, paquetes que no llegan. “Esto es horrible de decir pero en la época de
Franco se decía que ‘la única carta que no llega es la que no se escribe’. Y
era verdad. Y este deterioro de los servicios públicos conspira contra la
democracia porque la desprestigia. Pareciera ser que los servicios públicos
sólo funcionan bien cuando hay milicos en el poder. Y ese es un flaco favor que
le hacemos a la democracia, porque también se supone que es un esfuerzo civil”.
-Los medios de
comunicación también se mueven como si muchas cosas funcionaran mejor con los
milicos en el Poder, por ejemplo con la seguridad, que pareciera acechar como
una flaqueza de la democracia.
-Sí, yo a veces escucho TN y me da la impresión de que
Buenos Aires debe ser como Irán o Bagdad, y voy a Buenos Aires y no tiene nada
que ver con lo que cuentan que es. Además se ha dado un fenómeno, éste también
internacional: es impresionante cómo, en la época de la globalización, se
repite todo. Qué poca originalidad. Los países tienen menos capacidad de decir
lo suyo, de caminar su camino. Entonces se dan esas copias universales: los
informativos de la televisión. Empiezan, en casi todos los países, con temas de
seguridad pública, crímenes, violaciones, asesinatos. Eso es la mitad o más del
informativo, con lo cual la población queda temblando y diciendo "Estamos en
manos de los delitos, de los delincuentes, de los criminales".
-Tocan las
fibras del miedo…
-Miedo que es el peor de los consejeros, porque el miedo,
¿qué es lo que te va a aconsejar?: mano dura. "Acá lo que se necesita es mano
dura" y la democracia tiene mano blanda, entonces a la nostalgia de la
dictadura militar hay un camino muy chiquito. Es un tema bárbaro porque hasta ahora la izquierda no ha
podido resolver el tema de la inseguridad. Quizá porque la inseguridad no
existe, la inseguridad es el resultado de otras cosas, de la injusticia social,
de la cultura del consumo.
Las palabras, quizás felices por ser bien tratadas, dan
una vuelta en el aire antes de meterse en el grabador, en los oídos, en la
boca, en los ojos. Es extraño expresarlo pero hay una sensación de comunión, de
común-unión, que parece, también, dar vueltas en el aire.
Es posible, acaso, que nada de eso ocurra y el sólo hecho
de coincidir con lo que este escritor está escribiendo con la boca, nos genere
tal impresión. El manual dice en ese punto que es el primer error del
“periodista ingenuo” que se deja convencer con lo que el entrevistado dice.
¿Será así?
“Antonio Machado, el gran poeta español, decía una frase
lindísima: ‘Ahora cualquier necio confunde valor y precio’. Y ese es un retrato
del mundo de nuestro tiempo. Entonces la cultura del consumo, que es lo que se
le inyecta a la gente todos los días sobre todo por los medios pero también
por el sistema educativo, sostiene la idea de que el que no consume, no existe.
Y esa cultura se funda en esa confusión
del valor y el precio. Entonces vos valés si tenés ropa más cara. Y eso es una
incitación al delito porque si vos le metes eso en la cabeza a los chicos de la
villa o la gente más desamparada de la población, la idea de que ser es tener, y que sino tenés no sos, es una invitación al delito. Es
decirles ‘dale, andá con esa vieja que está ahí al pedo, dale, arrancale la
cartera’”.
-Y eso también
lleva a que veamos al otro, como describe una frase tuya, “como una amenaza y no
como una promesa”
-Exactamente. Y hay una dictadura del miedo en escala
universal. Ahí también todo se copia. Hay una vieja leyenda china, que tiene
miles de años, de un leñador que pierde el hacha. Entonces el leñador lo mira
al vecino, y ve que tiene cara de ladrón, aspecto de ladrón: ‘¿usted no vio un
hacha?’, le pregunta. ‘No, no’, contesta el vecino. ‘Me contestó como un
ladrón’, piensa el leñador. Le coincidía todo. A las dos o tres horas encuentra
el hacha que se le había caído en unos árboles, vuelve a mirar al vecino y
piensa: ‘La verdad que no tiene para nada cara de ladrón’. Pero mientras el
hacha estaba desaparecida el vecino era el culpable. El tema de la justicia por
mano propia proviene de ese equívoco, incide en los linchamientos y castigos de
muchos que son inocentes.
Es imposible eludir, a esta altura, los intentos que a
ambos lados del Río de la Plata
pretenden bajar la edad de imputabilidad de los menores. (¿qué dirán los
manuales al respecto?). Las cejas de Galeano se arquean en forma de herradura.
Los ojos se clavan en un más allá que no alcanzamos a ver y las manos levantan
vuelo. Todo el cuerpo dice una ironía: “Yo me pregunto, ¿y los bebés? Porque
los bebés son bastantes jodidos. Ya Freud lo tenía estudiado a eso, la
perversidad del bebé, entonces si el bebé es perverso, bueno, que vaya a la
cárcel...”
El manual se enoja pero el humorismo vuelve: “O mejor,
que ya desde el embarazo los metan presos con sus madres”.
-Pero no lo repitas porque les das ideas. Van a meter
presa a la que tiene el delincuente en la panza.
-Tarde, ¿no fue
eso lo que hicieron los militares genocidas?
-Sí, es así. Incluso muchos se han de haber contado el
cuento que así los salvaron. Supongo, porque la conciencia culpable siempre
necesita alivio, consuelo, aún en el caso de los tipos más jodidos.
Probablemente disfrazaron ese robo, el más siniestro de todos, ese botín de
niños que hubo sobre todo en la Argentina.
Esta idea de que el vencedor, quizá recibiendo el trofeo, se
contaba el cuento de que estaba salvando a aquel chico de la corrupción roja.
-Eduardo, vos
que sos un escritor que trabaja con las palabras, ¿te han contado ellas el
dolor que sienten por el cambio de significado que han tenido? Nombrabas la
palabra “mercado” y antes el mercado era otra cosa, proceso era otra cosa al “Proceso”.
¿Se sienten dolidas las palabras?
-Está lindo eso que me decís. Sí, yo creo que sí. Hay una
responsabilidad en el ejercicio de las palabras. Aquello que el maestro Onetti
me dijo cuando era chico: "Las únicas palabras que deben existir son las
palabras mejores que el silencio". Pero cuando vos estás peleando para
encontrarlas y aparecen, hay que cuidarlas, regarlas, acariciarlas. Las
palabras están muy mentidas, manoseadas, prostituidas. Entonces las cosas no
significan lo que son, son lo que significan. Es un desastre, el diccionario
parece un basurero. Y claro que a las palabras les duele ser basura. Nacieron
para algo mejor, nacieron para ser manos que tocar, brazos que abrazan.
-En tus libros
has rescatado que para los guaraníes, la palabra era el alma. ¿Cómo era eso?
-Sí, ñeñé, que significa palabra y alma. Toda la belleza
de los mitos de origen guaraníes coincide en que los paraguayos son hijos de la
palabra que los llamó. Y que sonó de adentro de un cedro, un cedro mágico. Ahí
sonó la palabra que los llamó. Es muy hermosa la idea de que la uva está hecha
de vino.
La frase se materializa, producto de los gestos que
acompañan el racimo, en la imagen de la uva. El grabador se apaga pero la
conversación no. (En este punto el manual también es confuso sobre los pasos a
seguir). La charla sigue por los pasillos del Hotel que, después de largo rato,
volvemos a habitar pese a no haber salido físicamente de él. Galeano relata,
con lujo de detalles, su experiencia en la frontera entre Brasil y Venezuela,
hace ya unos años, donde se infectó la malaria. Nos cuenta la experiencia de dormir
en una hamaca paraguaya sobre el río y ver pasar las serpientes por debajo.
Hablamos de Luis Sepúlveda y “el viejo que leía poemas de
amor”; de aquel negro orgulloso con sus dientes de oro macizo que Eduardo
rescata en uno de sus textos; algo de
fútbol es inevitable; criticamos en conjunto el mal gusto del hotel, en
conjunto criticamos a los críticos por el mal gusto de decirnos cómo se debe
mirar, elogiamos un par de sueños de los “Sueños de Kurosawa”; admiramos a Vicent Van Gogh y el texto que,
para uno de nosotros, constituye uno de los mejores relatos de los múltiples
relatos que constituyen Espejos.
Afuera ha parado de llover pero dentro nuestro hay un
diluvio. El saludo se repite una vez más, pero esta vez sí es definitivo.
Se aleja unos pasos, a ese ritmo de ver las cosas, en
busca del ascensor que lo trajo a la planta baja. Antes de perderse en él, nos
dice sonriendo, en esa voz que no alcanza a ser grito pero que está mucho más
elevada del tono medio, que nos entendemos con el tiempo. Ya no hay tiempo de
preguntarle porqué.
Es una buena excusa para inventar un nuevo encuentro.
Galeano y la elección de Obama
Algunos son negros
por fuera y blancos por dentro
-¿Qué
nivel de esperanza puede generar la presidencia de Obama?
-Yo no te voy a repetir ahora
porque publiqué un artículo, Ojalá
-“Ojala
que no se olvide que la Casa Blanca
fue hecha por negros”…
-Que no lo olvide nunca. Y es
una cosa que nunca se dice, pero es verdad. La
Casa Blanca fue hecha por negros y nunca
jamás se dice y esa es la casa que va a ocupar. Por eso yo en el artículo
decía, “ojalá no olvide nunca que fue hecha por negros esa casa, que va a ser su
casa”. Porque puede ocurrir al revés, la historia que yo conté en Espejos sobre Martí y Fernando Ortiz.
Fernando Ortiz fue el más importante antropólogo cubano y el más profundo
investigador de la cultura negra en Cuba, el que llegó más hondo en la exploración
de las raíces negras de la cultura cubana. Murió hace ya años. Y cuando era
chico, un adolescente recién llegado a Cuba desde las Canarias, donde el padre
lo había mandado para formarse, ve pasar un señor muy apurado, un flaquito,
peladito, chiquito que camina apuradísimo. Le dice: ‘Mucho cuidado con ese
porque es blanco por fuera y negro por dentro’. Y ese era José Martí y puede
ocurrir al revés, que haya algunos que son negros por fuera y blancos por
dentro.
El asunto es que esto, en
principio, es una buena noticia porque hay que ver lo es el nivel del racismo
en Estados Unidos, un país donde hasta hace quince minutos los negros no podían
sentarse en los colectivos, no compartían ni siquiera los colectivos. En el año
1942 el Pentágono prohibió las transfusiones de la sangre negra, que no existe. La idea era que no se hiciera por inyección la mezcla
prohibida en la cama. Bueno, eso fue hace quince minutos, así que esta victoria
me parece que hay que celebrarla y está bien pero al mismo tiempo
-Sabemos
de las limitaciones…
-Claro, no hay que enmascarar
las cosas. Rosa Luxemburgo decía que no hay nada más revolucionario que decir
lo que uno piensa y a veces lo que uno piensa es una cosa antipática, o que a
la gente no le cae bien pero yo la digo igual porque siempre me acuerdo, yo soy
rosista pero no de Juan Manuel sino de Rosa Luxemburgo.
Yo escuché todas las polémicas
con Mc Cain, completas, me aburrí…: me dormía por la monotonía de dos discursos
sospechosamente iguales, lo que no es un buen signo. Los Estados Unidos tienen
un problema de Partido Único, disfrazado de dos y la verdad que no era muy
diferente lo que decía uno que lo que decía otro. Me costaba mucho
distinguirlo. Claro, lo distinguía por el aspecto físico: Obama mucho más simpático,
joven, atlético, negro. El otro ya muy cascado por los años. Pero los discursos
eran demasiados parecidos y algunas amenazas guerreristas de Obama contra
Afganistán, Irán, Pakistán no sé hasta dónde fueron el impuesto que pagó a
un sistema que obliga a mentir para conseguir más votos, o si es de veras lo
que opina, lo que no nos anuncia nada bueno.
Y después, otra cosa que decía
ahí en el artículo, es que he seguido muchísimo a él, tratando de ver las
cosas como son y no como uno quieren que sea, y una cosa que a mí me molesta
mucho es la insistencia en el “Leadership” (el liderazgo). Es una palabra que
usó cada cuatro palabras. No, por favor. ¿Nos van a venir a mandar de nuevo?
Ahora nos estaban dejando más o menos tranquilos por un rato y éste anuncia la
recuperación del leadership…
(Publicada en la revista "Al Margen", Bariloche, Río Negro, marzo-abril 2009)
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