Por Luis Zarranz
La cerveza que aguarda el último sorbo se despereza y se
esconde en el pequeño vaso para postergar todo lo posible ese momento exacto en
que será parte del pasado y dejará de disfrutar de “El Diablo en la boca”,
voces y percusión improvisadas, que desde algunos minutos está generando un
clímax de tal dimensión que no hay sujetos (ni objetos) que no deseen prolongar
su existencia.
Esta experiencia para los sentidos tiene una condición:
dejarse sorprender y llevarse por lo que la melodía sugiere. Si no fuera por lo
mucho que hay que mirar, como las señas que dirigen la improvisación, la
complicidad de los artistas en escena y su goce transmitido al público, “El
Diablo en la boca” sería para escuchar con los ojos cerrados y mover el
cuerpo levemente al compás de esta música que te llega como una caricia
distraída en forma de corcheas.
La banda tiene como protagonistas a cuatro experimentados
pero jóvenes artistas que forman, a la vez, parte de diversos proyectos
auspiciosos que este espacio no alcanzaría a narrar. Maia Mónaco y Mariana
Pereiro (voces) y Alejandro Oliva y Gabriel Spiller (percusión y dirección con
señas; ambos integrantes de "La Bomba de Tiempo") están siempre
acompañados por un par de invitados: una cantante y un músico diferente en cada
show.
A los pocos minutos el espectáculo se transforma en un
viaje sin boleto, con la virtud de desplegar con idéntica potencia diversos
estilos musicales. Es música pero también libertad sonora, juego, imaginación,
sorpresa, experimentación, zona liberada de pautas, pureza improvisada, una
experiencia irrepetible.
Surgidos como grupo de manera improvisada, tanto como la
música que despliegan y la elección del sugerente nombre que los identifica,
preparan su primer CD (en etapa de mezcla y a la espera de un productor, “quizá
un lector de esta nota”, se esperanzan)
Ya cuando los bises se conjugan en pasado y los aplausos
ganan la sala, la cerveza se entrega, rendida, a su destino preanunciado.
Entonces la vida vuelve a ser efímera pero con la plenitud de haber tenido, al
menos una vez, el diablo en la boca. Y en cada uno de los sentidos.
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