Marcelo Valko es
docente de la Universidad Popular y autor del libro “Los Indios Invisibles del
Malón de la Paz”, publicado por la Editorial de las Madres. En esta nota explica en qué consistió
y cómo terminó esa manifestación histórica de 174 aborígenes, que su
investigación rescata con documentos y pruebas contundentes
Por Luis Zarranz
Resulta difícil de imaginar: 174 indígenas que atraviesan 2.000
kilómetros a pie durante ochenta y un días, desde Jujuy
hasta Buenos Aires. ¿Cuál es el objetivo? Hacerse visibles y recuperar sus
tierras usurpadas. Son recibidos, en Plaza de Mayo, por una multitud y por el
Gobierno del reciente presidente, Juan D. Perón. Es sábado 3 de agosto de 1946.
Dos de ellos suben al histórico balcón de la
Casa Rosada : parece que ganaron.
Pasan los días y el objetivo queda lejos. Después de esa
recepción apoteótica son alojados en el
Hotel de Inmigrantes (ellos, los orginarios, en el lugar donde se alojaba a los extranjeros recién llegados
al país). Durante los primeros días se los exhibe en distintos medios y eventos
y hasta se les hace disputar el partido de fútbol preliminar al Boca-River de
ese año.
Veinte días después, son militarizados, confinados,
secuestrados y arrojados contra la frontera con Bolivia, en Abra Pampa (Jujuy).
Allí, el recibimiento de los “kapangas” es un lujo: “Ahora van a tener las tierras que querían, indios de
mierda”.
Este relato, que parece un cuento de ciencia ficción, es
tan real como la noche, aunque se trate de la síntesis más pequeña que pueda
hacerse sobre tal suceso histórico. Lo cuenta, apasionadamente, Marcelo Valko,
psicólogo, director de un proyecto sobre imaginario andino en la Facultad de Filosofía y
Letras (UBA) y profesor titular de la cátedra “Imaginario Étnico, Memoria y
Resistencia” en la carrera de Capitalismo y DD.HH. de la Universidad Popular
Madres de Plaza de Mayo (UPMPM).
Ese resumen reduce en unas pocas líneas los tres años de
investigación y las casi 400 páginas de “Los Indios invisibles del Malón de la Paz ” (Ediciones Madres de
Plaza de Mayo), el libro de su autoría que ya va por su segunda edición, prologado por Osvaldo Bayer, y que fue seleccionado por él mismo como Tomo I de la Colección
que lleva su nombre. Antes, el manuscrito, con prólogo incluido, había sido
rechazado e ignorado por seis editoriales.
-¿Cuándo y por
qué surge la idea de escribir el libro?
-Al principio me acerqué por la incredulidad, porque es
un tema bastante increíble. Los kollas estaban cansados de pleitear en los
tribunales provinciales y en ese momento tan particular de Argentina, en 1946,
deciden venir a Buenos Aires. Pero no serán tres o cuatro -que era lo que podía
sostener la comunidad- sino que van a ser tantos, 174, que ellos mismos se van
a autodenominar “malón”. Y como este es un país tan peligroso, por las dudas se
van a agregar “de la paz”. Es sintomático que en 60 años nadie haya escrito
nada del malón.
-El título del
libro habla de “los indios invisibles”. ¿Cuánto sirvió para desinvilizarlos y
en qué medida los pueblos originarios siguen siendo “invisibles”?
-Sirvió para introducir la palabra “invisible”, para que
saliera la ley (ver aparte). Yo ahora
vengo de un congreso interescuelas de Bariloche, y estuvo repleto de mesas en
referencia a la “invisibilidad”. Para eso sirvió. Lamentablemente no salieron
de la invisibilidad pero en la
Facultad a mí me enseñaron que un buen diagnostico da un buen
pronostico. Si tenés un diagnostico preciso, en este caso la invisibilidad de
los originarios, hay más chances para mejorar esa situación. El libro se
presentó desde Abra Pampa hasta en la mina de carbón de Río Turbio: en todos
esos lugares fue desinvilizando.
Marcelo no necesita poner en palabras la emoción que
recorre su cuerpo cuando habla del Malón y las repercusiones del libro: la piel
se le eriza en varios momentos a lo largo de la charla. “Hay cosas que no las
puedo creer y además siguen sucediendo todo el tiempo”, dice con emoción. “Por
ejemplo, hay dos libros enterrados, uno en Abra Pampa y otro en la zona de
Naranjos. Es una ceremonia que se llama corpachada: se le da de comer a la
Pachamama para que se comunique a los ancestros y le cuente a la tierra. Y la
tierra ayuda a contar la historia”.
-¿Qué dimensión
adquiere que el libro haya sido editado por las Madres?
(Nuevamente la piel de gallina gana su brazo). -Un libro de invisibles editado por las Madres que tienen a sus hijos desaparecidos. Es increíble. El título estaba de antes que lo aceptaran las Madres. Es maravilloso. Las Madres saben que los indígenas son los primeros desaparecidos.
(Nuevamente la piel de gallina gana su brazo). -Un libro de invisibles editado por las Madres que tienen a sus hijos desaparecidos. Es increíble. El título estaba de antes que lo aceptaran las Madres. Es maravilloso. Las Madres saben que los indígenas son los primeros desaparecidos.
-¿De qué manera
te implica participar en toda esta investigación?
-Es un viaje sin retorno, no volví a ser más el que era.
No fue como ninguno de los trabajos que hice anteriormente. Me cambió, me hizo
mejor persona.
(Publicada en la revista "Sueños Compartidos", diciembre 2009)
Una ley necesaria
Una de las cuestiones que
permitió el peregrinar de Marcelo Valko para visibilizar a los maloneros fue
que se sancione la ley que intenta reparar años de desmemoria e injusticia.
El proyecto, impulsado por él
mismo, tuvo cuatro puntos básicos: devolución de tierras; que el tema del Malón
de la Paz (no su
libro) ingrese en la currícula escolar; reconocimiento a la gesta de los kollas
y un subsidio a los sobrevivientes. Finalmente, en agosto, que casualmente es
el mes de la Pachamama ,
el proyecto se hizo ley.
Monumento originario
La UPMPM es uno de los lugares
donde se reciben llaves para la construcción del “Monumento a la Mujer Originaria ”.
Valko resume el proyecto: “Es una idea de Osvaldo Bayer, que dice que no puede
ser que tengamos un monumento que afrenta a una población tan grande, como lo
es el monumento a Julio Argentino Roca, (en Diagonal Sur y Perú, Ciudad
Autónoma de Buenos Aires)”.
“Bayer dice que no lo tenemos
que destruir a mazazos, como se merecería, sino que debemos trasladarlo a la
estancia “La Larga ”,
que es de los parientes de Roca, y que en su lugar pongamos un monumento con
dos mujeres que se estén mirando: la mujer originaria y la inmigrante”.
“Andrés Zerneri, que construyó
el monumento al “Che” en Rosario, está trabajando para hacer éste, que se hará
de la misma manera: juntando llaves, que es bronce y que es tan caro. No
creemos que las autoridades se animen a sacar el monumento pero mientras
juntamos las llaves, se va a ir generando conciencia”.
En el Bar de las Madres,
Hipólito Yrigoyen 1584, hay un recipiente donde pueden dejarse llaves en desuso
para la construcción del monumento.
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