martes, 5 de abril de 2011

La patria fusilada


En el viejo aeropuerto de Trelew ya no arriban ni parten aviones pero sí aterriza la memoria. Allí tiene una parada inevitable, obligatoria, ineludible.

1.
En ese lugar, 39 años atrás, fueron detenidos 19 presos políticos, fugados del penal de Rawson, que no alcanzaron el avión capturado por los primeros seis en arribar allí, que lograron desviarlo al Chile de Allende. Los 19 serían fusilados en la Base Almirante Zar (compartía pista con el aeropuerto, de igual nombre), en lo que desde entonces se conoce como “la Masacre de Trelew”. Sólo tres de ellos lograron sobrevivir al fusilamiento. Y fueron las voces que contaron lo que los militares y los medios callaban.

2.
Apenas unos meses después, María Antonia Berger, Alberto Miguel Camps y Ricardo René Haidar se encontraron nuevamente en la condición de presos políticos, esta vez en la cárcel de Devoto. Junto a ellos estaba, entre muchísimos otros privados de su libertad, el poeta y periodista Francisco “Paco” Urondo.
La noche del 24 de mayo de 1973, un día antes de que Héctor Cámpora asumiera la presidencia y ordenara la amnistía que dejaría a todos los presos políticos en libertad, los cuatro se encerraron en una celda, ajenos al clima de algarabía generalizada. Allí, Urondo los entrevistó y grabó sus testimonios sobre la masacre y la planificación de la fuga más espectacular de los movimientos políticos. Ese material luego se convertiría en uno de los documentos centrales de la época: el libro “La patria fusilada”.

3.
La dictadura militar de 1976 fue más cruenta, si vale la comparación, que su antecesora. Más lapidaria. Los protagonistas del libro la padecieron en carne propia: los cuatro fueron masacrados: Urondo y Camps, asesinados; Haidar y Berger, aún continúan desaparecidos.
“La patria fusilada” refleja, así, la matriz asesina de las dos últimas dictaduras que debió soportar nuestro país.  

4.
Las hojas del almanaque se caen raudamente. Al ex aeropuerto de Trelew no arriban turistas sino interesados por la historia que aún cuenta este lugar con los balazos incrustados en la pared y con las pintadas como símbolo de la resistencia popular. Ahí ahora funciona el Centro Cultural para la Memoria, un espacio que promueve el arte para ilustrar esta parábola: la vida venciendo a la muerte.
La actividad del 24 de marzo pasado fue, además de interesante, tremendamente simbólica. Hasta allí llegaron, Ángela Urondo, una de las hijas de “Paco”; Raquel Camps, hija de Alberto Miguel; Daniel Carreras, periodista de la ciudad y uno de los cronistas que cubrió la conferencia de prensa que dieron los fugados en el aeropuerto, antes de que los detuvieran y los llevasen a la base; y Daniel Riera, periodista, escritor y editor de la reedición de “La Patria fusilada”, que acaba de lanzar la editorial “Libros del Náufrago”.
Precisamente fueron para presentar el libro –cuya imagen de tapa es autoría de Ángela, notable artista plástica– aunque su presencia allí, y un 24 de marzo, excediera, en lo estrictamente formal pero también en lo simbólico, la actividad en sí.
Más que una presentación fue un homenaje. Y antes que eso, un capullo que se despereza, tierra fecunda en un lugar que supo ser un pedregal. Como lo que vuelve a nacer, lo que siempre está naciendo, la germinación de una memoria fértil que florece como síntesis perfecta de la vida, de lo que nunca muere.

LA LUCHA QUE LAS PARIÓ
“Los hijos que no pudimos conocer a nuestros padres tuvimos que hacerlo a través de otros y de otras cosas, y en este camino, la palabra, la poesía, las fotos y los objetos forman parte de esa reconstrucción. ‘La necesidad de la palabra’, decía ‘Paco’. Esas palabras que nunca nos dirán, pero que están ahí inmortalizadas cuando minuciosamente uno busca algo para hacerlo propio”, lanza Raquel en medio de la presentación.
Agrega: “Trelew me devolvió a mí esta historia fea pero necesaria de saber, pero a su vez me dio a conocer una historia de amor que empezó a través de un hueco en el techo del penal. Imagino a mis viejos tratando de verse por ese huequito y no puedo dejar de sonreírme, me da mucha ternura. Creo que fue el principio de algo hermoso que no pudo ser, pero por eso siempre trato de resaltar que si bien Trelew es la ciudad de la masacre, para mí también es reconstrucción, y abrazos, y vida. Sin ese hueco yo no estaría acá hoy”.
Ese hueco en el que nos mete Raquel es real pero, poéticamente, es el agujero perfecto para conjurar la muerte de los fusilados.
Ángela Urondo visita Trelew por primera vez. Siendo una beba estuvo presente en el momento en el que su padre y su madre (Alcira Cora Raboy, desaparecida) fueron emboscados por los genocidas, en la provincia de Mendoza. En el mismo hecho en que asesinan a “Paco” y secuestran a su madre, Ángela fue desaparecida varias semanas. Después fue devuelta a su familia y, luego, dada en adopción. Quienes la adoptaron jamás le contaron su historia, a pesar de que la sabían. Recién a los veinte años supo la verdad y recuperó la identidad que le habían negado.
“Me parece que es un libro muy duro de leer, pero muy necesario. Yo lo leí cuando recién me enteraba de mi historia, y cuando me invitaron a hacer la ilustración de la tapa fue un reto porque, en general, no acepto hacer cosas vinculadas a mi padre por una cuestión de separar a esta persona que siento que todavía estoy conociendo de quien soy yo; pero no sé, será la edad o qué, pero hubo algo que me hizo aceptar esta responsabilidad, porque además la edición original estaba maravillosamente ilustrada, así que era un reto poder mantenerme a la altura de esa ilustración de tapa bellísima”, dice.
Ángela no sólo logra el desafío sino que le añade a la edición un significado extra, que enlaza a padre e hija bajo el mismo material. No es el único elemento que potencia la edición: además, incorpora información sobre la causa judicial, que aún espera el inicio del juicio oral y público a los fusiladores. Y aporta algunas notas al pie que permiten comprender aspectos sobre el contexto político de la entrevista de Urondo a los tres sobrevivientes.
Mientras narra que a través de los libros pudo conocer a su papá sin intermediarios, Ángela suelta, como al pasar, una frase que es toda una declaración de principios. Dice: “Mantener viva la memoria presente de quienes ya no están”.
En ese territorio planea y aterriza “La patria fusilada”. Y ese aspecto es el que este viejo aeropuerto de Trelew invita a sobrevolar.

(Publicada en la revista MU, abril de 2011)

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