Es
uno de los intelectuales más importantes de nuestro país. Historiador, escritor
y periodista, autor de “La Patagonia Rebelde ”,
“Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia”, “Rebeldía y esperanza”,
entre otros libros, mantiene, a los 81 años, una lucidez y un compromiso que
cualquiera envidiaría, a la edad que sea. Sencillo, coherente y consecuente con
sus ideas, nos recibió en su casa para hablar de la Patagonia , el peronismo,
los pueblos originarios y la memoria que él contribuye a mantener viva y
latente, entre otros temas tan vigentes como él.
Por Luis Zarranz
Entrevista: L.Z y Florencia Silio
Fotos: Sebastián León
Es así que al golpear la puerta de la casa que el autor
de “La Patagonia
Rebelde ” tiene en el porteño barrio de Belgrano, leemos un
letrero fileteado con mucho más entusiasmo que arte: “El tugurio”, dice y uno
ya comprende que está en la dirección exacta.
La puerta se abre y es ahí, exactamente ahí, donde, tan
rápido como un niño de primaria corre al recreo, las sensaciones se abrazan:
los nervios con la emoción, la admiración con la vergüenza, el entusiasmo con
el orgullo. Sí. Son pocas las veces en la que se tiene el placer de conversar,
fuera de un libro, con un referente. Y Osvaldo Bayer, historiador, escritor y
periodista, qué duda cabe, es uno de ellos.
La puerta se abre, entonces, y nuestros ojos encuentran
los suyos. Esos ojos inconfundibles que a los 81 años (se) prometen seguir
luchando. Nos pregunta si recibimos su mensaje pidiendo postergar el encuentro
debido al intenso resfrío con el que lo recibió el invierno de Buenos Aires,
tras pasar varios meses en Alemania donde suele vivir la mitad de año.
Al ver nuestras caras de sorpresa, nos invita a pasar
igual y nos recibe, aunque uno pueda sospechar su recelo al término, con
cortesía caballeresca. Libros, libros
y más libros. Diarios, diarios y más diarios forman una torre de Pisa periodística en peligro de derrumbe. No caben dudas de que se está en la casa
de alguien amigo, novio y amante de la lectura y la investigación. Pero si algo
hace presuponer que, verdaderamente, se está en la casa de Osvaldo Bayer es la
simpleza franciscana –y otra vez uno
acepta que el concepto no es bayeresco-
en la que vive. Pero, y acá sí cabe un término afín a los valores que él
rescata, la consecuencia salta a la
vista de un ciego. A punto tal, que impacta.
En un mundo donde la coherencia cotiza en baja merece
ser mencionada la simpleza, que más que eso es austeridad, de la morada de
quién es, sin lugar a dudas, uno de los intelectuales más grandes (y no sólo
precisamente en edad) que tiene este país.
Libros y diarios, decíamos, apilados en un preciso
desorden serán parte central de la escenografía. Una pequeña mesa redonda y
tres sillas alrededor –donde se sienta y nos sentamos-, completan el ambiente.
Es una tarde ya casi noche de mucho frío y Osvaldo conoce buenas maneras de
enfrentarlo: “¿No quieren un pequeño whisky para entrar un poquito en calor?”, pregunta.
Por rigor profesional, ya que fue uno sólo el que aceptó el reto sin dejar ni una
gota del elixir, no diremos quién fue. Sólo aclararemos que el fotógrafo estaba
presente… ¡Salud!
Visiblemente resfriado, con un pañuelo al que debió
recurrir en incontables ocasiones, Osvaldo pregunta sobre qué queremos charlar.
No hay mejor pié para comenzar con algunas preguntas e inquietudes.
-Usted mejor que
nadie ha pintado esa Patagonia trágica pero también rebelde. ¿En qué cosas ve
hoy a la Patagonia
Trágica y a la Patagonia
Rebelde ?
-Tendría que ser, por el paisaje y por
su riqueza, un verdadero paraíso para la gente, pero sigue habiendo la misma
explotación. Por supuesto que no la misma que antes, se está un poco mejor,
pero están siempre los dueños de la tierra, los latifundistas. Cuando ya en una
sociedad organizada tendría que tener cooperativas de trabajos, no hay nada de
eso: no hay ninguna intención tampoco de hacer una especie de proyecto, no: se
sigue saqueando igual que antes. Lo que sí hay es más conciencia, se ha
reivindicado la historia. Cuando comencé la investigación de la huelga la gente no quería hablar. Hoy es el hecho fundamental de la historia patagónica.
Están los héroes, con sus monumentos recordativos, las tumbas
masivas señaladas, se enseña en la escuela. Yo estuve
en un film que se hizo hace poco. Se llamó “la vuelta de Osvaldo Bayer”. Volví,
después de más 30 años, a esos lugares que investigué. Y es una satisfacción
ver la conciencia que tiene la gente de esos hechos, Por ejemplo, en el
Calafate se ha hecho un museo histórico, muchas de las cosas que yo conté están
allí. Ya es un hecho reconocido definitivamente, ya nadie lo puede esconder,
negar.
-Leímos que fue
declarado "persona no grata para el Senado de la Nación " por haber
presentado un proyecto, como ciudadano, de unir las dos patagonias, la
argentina y la chilena
-Sí, son estas cosas increíbles de la Argentina. Votado ,
además, por todos el Senado de la Nación, menos dos senadores. Es una cosa
increíble, cuando en realidad es lo más racional que se puede hacer. En el proyecto que
envié puse el ejemplo de Europa, un continente que se lo pasó guerreando: hay
que ver cómo moría esa juventud en las trincheras por luchar por unos
kilómetros más de fronteras. Bueno, hoy no hay más fronteras, hay una sola
moneda para todos los países. Y eso que tienen diferentes religiones,
diferentes culturas, idiomas. Los latinoamericanos que tenemos el mismo origen,
el mismo idioma y la misma religión tenemos “las sagradas fronteras de las patria”, como dicen los militares.
Entonces propuse, siguiendo el mercado europeo, unir las dos patagonias, la
chilena y la argentina. Comercialmente, además, iba a beneficiar mucho
económicamente a las dos regiones. Para
qué lo habré escrito: “¡Traidor a la patria!” me dijeron. Hay que ver como está redactado
el dictamen: parezco un mercenario al que alguien me ha pagado… es la
estupidez de fomentar ese odio entre los pueblos para tener un ejército. Y
pienso ahora enviar una carta para que se me haga una reconsideración,
que se me quite el nombre de “persona no grata”. No puedo entrar al Senado por
haber presentado algo que se enseña en las escuelas, con el ejemplo de Bolivar. Además se va a
terminar en eso porque no hay otra salida. No tiene ningún sentido la
frontera. El autor del proyecto y los que votaron eso van a quedar en
ridículos, van a quedar completamente fuera de moda.
-De la misma
manera que quedó en ridículo ese brigadier que cuando usted se tuvo que ir al
exilio le dijo que era la última vez que pisaba la patria, ¿no?
"Sí. 'Escúcheme, -me dijo- usted jamás, me entiende,
jamás, va a volver a pisar el suelo de la patria'”, dice Osvaldo, imitando el
tono reacio y firme. “Y no me van a creer pero cuando volví, ocho años después,
me puse a caminar por Buenos Aires pensando que por esas casualidades me lo iba
a encontrar al brigadier y le iba a decir: ‘brigadier, brigadier, aquí estoy
pisando de nuevo el suelo de la patria’. Después averigüé y hacia dos años que
se había muerto el señor brigadier, pero qué ridiculez, ¿no?".
Las palabras de Bayer se detienen en aquellos años duros,
imposibles, en aquella “residencia en la amada tierra enemiga”, como definió el
título de una ponencia en Alemania, su lugar de exilio, si es que existe un
lugar cuando alguien se ha visto obligado a irse de su país.
Cada palabra suya se corresponde con un gesto, un leve vuelo de las manos, y esa tos que aparece cada tanto para recordarle que el resfrío ya está en su cuerpo. La nariz algo tapada, producto de la congestión, le provoca una voz más gruesa que, sin embargo, no le hace perder claridad.
Cada palabra suya se corresponde con un gesto, un leve vuelo de las manos, y esa tos que aparece cada tanto para recordarle que el resfrío ya está en su cuerpo. La nariz algo tapada, producto de la congestión, le provoca una voz más gruesa que, sin embargo, no le hace perder claridad.
Si algo ha caracterizado a Osvaldo en su trayectoria es su cualidad y calidad
de polemista, una majestuosa invitación a discutir hechos, personajes, procesos
con otros intelectuales, con funcionarios, con periodistas. Allí Bayer va argumentando
pensamientos que posibilitan, a su vez, nuevos pensamientos. Ese deber del
intelectual, hacer pensar mientra piensa, a los que pocos intelectuales se
animan. De reciente publicación, “Entredichos. Osvaldo Bayer, 30 años de
polémica” es un excelente material que recopila algunos de los debates que
Bayer se encargó de protagonizar. Uno de ellos, con Rodolfo
Terragno, tiene como eje al exilio y a la idea construida por ciertos ámbitos
sobre el “privilegio” con el que categorizan al destierro. “Eso lo hizo
Terrago -sostiene Bayer- no sé de qué privilegios habla. Me fui a los
cincuenta años y tuve que empezar todo de cero en el exterior, cuando ya había llegado a tocar el cielo con las manos, como lo era vivir de mis
libros y trabajar en casa, que es el sueño de todo intelectual. Y empecé de
nuevo, con los libros prohibidos: fueron años muy difíciles”.
-¿Se construyó
la noción de que los que se exiliaban no seguían luchando?
-Terragno no luchó, pero nosotros luchamos muchísimo. Las
cosas que hicimos. Estoy muy orgulloso del exilio argentino: más
publicaciones que el exilio antinazi alemán. El periódico “Sin censura”, que
hacíamos con Soriano y Gabetta, y siempre nos ayudó mucho Cortazar, está muy
bien hecho. Las cosas que se hacían en Madrid, en Caracas, en Estados Unidos
también. Eso está plasmado en la polémica con Terragno.
-¿Le hubiese
gustada polemizar con Perón o Evita?
-Claro que me hubiera gustado. Bueno, está la polémica
con este muchacho Baschetti (se refiere a una polémica recompilada en Entredichos sobre el discurso de Eva
Perón en España, el 1º de mayo de 1949). Yo escribí una nota sobre el discurso
de alabanza que hace Eva Perón a Franco, que fue una cosa espantosa. Evita va allá
y Franco le prepara un acto con los “sindicatos verticales”, como se decía.
Entonces Eva les dice textual a los obreros: “Así como los obreros argentinos
obedecen siempre lo que les ordena el general Perón, ustedes los trabajadores
españoles tienen que obedecer siempre al general Franco”. Esto es indignante,
más para la gente de nuestra generación: yo tenía nueve años cuando fue la Guerra Civil Española. Baschetti
de alguna manera quiere decir que yo soy un “gorila”. Lo que propongo es que
hay que decir la verdad histórica, pero no se puede hablar del peronismo porque "sos gorila”. Y, todo lo contrario, pero por algo fracasó. ¿Quién terminó con
los ferrocarriles? El peronismo (Menem). Bueno, estas cosas hay que
decirlas. El Gobierno más liberal de toda la historia argentina lo hizo un
peronista. Es increíble la magia que tiene la realidad.
-Vemos que acá
sobre la mesa tiene las películas “Gaviotas blindadas” sobre la historia del
ERP. ¿Qué piensa sobre las guerrillas de la década del setenta, los movimientos
que se armaban?
-Tuve una línea en esa época y discutí
mucho con Rodolfo Walsh, que era muy amigo. Para mí la línea la había marcado
Agustín Tosco: salir con la gente a la calle y luchar desde allí, como el
Cordobazo, y no las guerrillas, porque la represión era muy fuerte. Además desde
Estados Unidos estaba todo ya muy preparado. Me acuerdo de una conversación que
tuve con Walsh, porque somos los dos del año 27. Le dije: “No entiendo cómo podes
ser peronista después de que hayamos vivido el peronismo”. Y él me dijo: “No,
no te equivoques: yo no soy peronista, soy marxista”, y me hizo la clásica
pregunta: “Pero decime, ¿dónde está el pueblo?”. “Si -le dije- tenés razón, no se
puede negar: el pueblo es peronista pero no es revolucionario, no los van a
apoyar, lo van a dejar solos”. Y los hechos, desgraciadamente, me dieron la
razón y murieron los mejores. Nunca estuve con la guerrilla pero, por supuesto,
les reconozco el heroísmo y siempre he estado contra la desaparición de
personas que hizo la dictadura. Tampoco me hubiera opuesto a la guerrilla, sino
que veía que iban a matar a los mejores.
¿Pero rechaza a
la guerrilla como método?
-En la
Argentina sí, porque acá la represión fue muy grande. En Cuba
triunfa porque Batista no tenía ninguna fuerza represiva. Era una Policía y un Ejército
completamente tropical y Estados Unidos creyó que era uno de los tantos Golpes
que pasaban. No se dieron cuenta: es más, pensaron que quizá era mejor terminar
con Batista porque era un tipo corrupto de la médula hasta los huesos. Al principio
Fidel no dice que era comunista. Después de que toma el Poder dice que es
marxista. En eso fue muy vivo. En la Argentina , recuerdo, los teóricos del peronismo
estaban totalmente en contra de Fidel Castro porque lo comparaban, por los
fusilamientos, con el gobierno de Aramburu que había fusilado a peronistas.
Es evidente cómo el debate sobre el peronismo entusiasma
a Osvaldo Bayer. Una discusión pocas veces abordada desde la polémica profunda.
“El peronismo no hizo ninguna reforma agraria ni nada por el estilo, que
debería haber sido esencial”, argumenta. Luego detalla
encuentros, congresos, ponencias en las que fue catalogado como "gorila" y cómo
esa categoría impide una verdadera discusión sobre la verdad histórica. “Perón
siempre estuvo a favor del roquismo, pese a que su madre era de origen de
los pueblos originarios; fue ayudante de Uriburu en el Golpe del 30, participó
en la represión de la semana de enero de 1919 y en la de la huelga de los
hacheros”, enumera y detalla portadas de los diarios en los que estos hechos
quedaron registrados.
No hace falta mucha capacidad para darse cuenta de cómo
se documenta su opinión y como pretende polemizar en esas zonas grises, donde
casi todos prefieren el silencio. “Si me habré reído con Pavón Pereyra, el
biógrafo oficial de Perón. Una vez le digo: ‘Tu General estuvo en la represión
de 1919’ .
‘Sí, pero él les advertía a los obreros que rajen’, me contestó. Vamos. ¿Donde
está eso? En el diario Critica de 1919 está en primera página el entonces
teniente Perón recogiendo armas para la represión obrera”
Como se aprecia, lo desvela la reflexión sobre los hombres
de nuestra historia a los que se le levanta monumento o se erige como próceres.
En efecto, es un luchador incansable por una memoria con la que apunta a rescatar a
quienes la historia oficial mutila, para homenajear a sus verdugos.
Sarmiento, Roca, Rauch, entre muchísimos otros hombres de “bronce”, son algunos
a los que ha denunciado con sobrados argumentos. Desde hace años lucha para que
se saque el monumento al General Roca que está en el cruce de las calles Perú y Diagonal Sur, el más
grande de la Ciudad
de Buenos Aires; para que se cambie su rostro en los billetes de cien pesos por
el de Juana Azurduy, heroína de la Independencia latinoamericana; y para que todas
calles, pueblos, trenes y ciudades que llevan su nombre lo cambien por el de
“Pueblos Originarios”.
Un verdadero homenaje a la historia y aquellas
comunidades indígenas que fueron masacradas por el general que dirigió la mal llamada
“Campaña del Desierto”, en el sur del país. Roca, el que anunciaba “reparto de indios”, el que restauró la
esclavitud sometiéndolos, nos mira desde sus monumentos mientras las
comunidades indígenas, arrasadas por él, nos miran desde su miseria. “Muchas poblaciones le han cambiado el nombre a la calle Roca a partir de todo
esto que estamos haciendo”, resume Osvaldo. Luego agrega, en perfecto estado de
comunión -esa palabra tan bella apropiada
por conceptos católicos- con sus ideas: “Los cambios hay que hacerlos por convencimiento,
con conciencia, con argumentos, no por la fuerza”.
Uno, muchas veces, se sorprende por cómo las palabras y
las acciones de Bayer encuentran tanto eco en los jóvenes, en las nuevas
generaciones. El ejemplo del grupo Arbolito -lleva ese nombre después de escuchar una
charla de Osvaldo en la que contó la historia del indio ranquel "Arbolito", quien esperó el momento
para asesinar al coronel Rauch, responsable de la masacre a su comunidad-
quizá sea el más conocido, pero no el único. Cientos de agrupaciones e
individuos se referencian en este historiador libertario, que no se asusta por
poner en juego las ideas. “A mi me gusta mucho, me resulta muy simpático cuando
grupos de jóvenes me llaman, por ejemplo como pasó con Arbolito, que cuando
pueden me invitan a un concierto y relato la historia. No sé si
alguna vez me vieron. Es muy lindo: ellos comienzan el concierto y después
entro al escenario y empiezo a relatar el hecho. Mientras voy relatando
ellos se largan con la música que va subiendo, subiendo y cuando termino el
relato, se mandan con la canción, que es preciosa, muy linda y la gente aplaude
mucho”, cuenta con los ojos húmedos por el resfrío que lo obliga a interrumpir la
anécdota para sonarse la nariz.
“Además siempre cuento que me metieron preso por ese tema: tuve 63 días preso porque propuse cambiar el nombre de la
ciudad de Coronel Rauch por el de Arbolito con tanta mala suerte que cuando lo hice, en la ciudad de Rauch, y volví a Buenos Aires, ¿quién era el Ministro
del Interior? Se llamaba Juan Enrique Rauch, bisnieto directo del Coronel. (Risas).
Mirá que hay que tener mala suerte. Es como sacarse la lotería (Más risas,
miradas cómplices compartidas). Siempre finalizo la anécdota diciendo que me
mandaron preso a la cárcel de mujeres y que no voy a dar detalles pero que no
la pasé mal. Entonces toda la gente se ríe a carcajadas”.
Nosotros también.
Nosotros también.
Osvaldo, autor del guión del film "Awka Liwen",
la película sobre pueblos originarios que están filmando Mariano Aiello y
Kristina Hille, aspira a que se proyecte en todos los colegios y que además el Gobierno
imite a los de Canadá y Australia, quienes pidieron disculpas a los comunidades
aborígenes por las matanzas que cometieron.
-¿Cómo juzga la
situación de los pueblos originarios?
-No les reconocieron nada (sus tierras) y en la Patagonia se vende todo.
Si están ocupadas por ellos, los sacan a patadas porque no tienen propiedad. Es que son “tierras comunitarias”, como le
dicen. Es una lucha inmensa, luchan mucho más que antes.
-¿Cuándo mira para atrás y ve todo este recorrido, todo lo que hizo, qué
sensación tiene?
-Estoy muy contento, aunque no se ha logrado casi nada
porque el país no ha avanzando ideológicamente en casi nada y nos tocó el
peronismo que cambió todo para no modificar absolutamente nada. Cuando uno
recorre las estancias patagónicas ve exactamente lo mismo que yo escribí sobre lo que pasaba en el año
veintiuno.
Cada palabra, una vez más, es acompañada por un gesto.
Cómo no detenerse en él. Sería casi imposible y a la vez significaría perderse
mucho de todo lo que dice. El rostro como de marinero recién llegado de
altamar, esa sencillez a cuestas. Cómo no decir que Bayer transmite ideología
en el raso y simple vestuario que lleva encima. Las ideas libertarias,
anarquistas, la concepción del hombre como ser libre, sin mandar ni ser
mandado: todo eso está presente en la charla aunque no se mencione literalmente.
En la casa, en el pañuelo repetido, en la manera de recibirnos, de mirarnos, de
hablar. Salta a la vista. “¿Qué representa, qué significa para usted ser
libertario?”, lo interrogamos. “Es -dice, escondiendo la tos- la única
ideología racional: discutir todo en asamblea, ir paso a paso con la anuencia
de todos. Por supuesto que las sociedades irán más mucho más lentamente, pero para
qué tanto apuro para este mundo que está impresionante”.
El grabador se apaga pero seguimos conversando unos
minutos más, abusando de su cordialidad. También nosotros queremos que todo
transcurra lentamente. Que el tiempo se detenga en este preciso instante en que
Osvaldo nos abre la puerta, nos saludamos y cruzamos las últimas palabras.
Pero no. El tiempo no para.
“Y ahora, de vuelta la realidad”, dice uno de nosotros
mientras un taxi, apurado, nos toca bocina.
Deudas,
Extras y provocaciones
Osvaldo Bayer conoce a los
Kirchner casi desde la cuna. Su padre y el abuelo de Néstor se conocieron en el
sur patagónico. Desde entonces hubo una pequeña
“diferencia” entre ellos.
-Sabemos
que hay una historia de larga data, sobre los Bayer y los Kirchner…
-Sí, mi padre al hombre que
más odiaba era al abuelo de Kirchner. Mi viejo estuvo en Río Gallegos, mi hermano
mayor nació allá. Y como a mi padre le gustaba hablar alemán, se hizo amigo del
abuelo de Kirchner que era suizo alemán. Y resulta que este Kirchner tenía un
hotel y era prestamista de dinero. Un buen día se presentó y le dijo a mi padre
“necesito ya mismo diez mil pesos”. Mi padre fue al banco, sacó ese dinero de
sus ahorros -en aquella época diez mil pesos era mucha plata- y se los dio. Bueno, nunca se los devolvió.
Cuando empiezo a investigar
la huelga patagónica encuentro a los grandes obreros que decían “Kirchner, gran
explotador, un miserable” y lo publiqué en mis libros. Pero siempre sostuve que
el nieto no tiene nada que ver con las cosas del abuelo, qué se yo las cosas
que hizo mi abuelo, ¿no?. Una vez me invitan a una entrevista sobre
un especial sobre la Patagonia. Llegué
antes del horario y me hicieron pasar a un saloncito, estaba ahí sólo y de
pronto entra Cristina. El
saloncito era muy estrecho, ella se sentó enfrente y me miraba de frente y
entonces de pronto me dice: “Escuchame una cosa, ¿vos sos Osvaldo Bayer?”, me
tuteó y todo (risas). La miro y le contesto que sí. Y me dice (le imita la voz
y los gestos con notable capacidad): “Vos tenés una tara,
porque cada vez que leo algo tuyo, una artículo periodístico, hablás del abuelo
de mi marido, cada vez que leo un ensayo filosófico, hablás del abuelo de mi
marido, cada vez que leo un artículo sobre las huelgas patagónicas, hablas del
abuelo de mi marido, escuchame una cosa, ¿no tenés otra cosa en la
cabeza?”. Un lenguaje insólito, entonces yo le continué la carrera y le digo:
“Si el abuelo de tu marido era un atorrante”. Le hablé así porque ella me
tuteó. Y ahí hizo un modismo muy gracioso. Hizo algo así (imita la cara de
Cristina, con un gesto de desapruebo) y dijo: “No, no era un atorrante, era un
pícaro”. “Bueno, si era un pícaro entonces páguenme los veinte millones que me
debe porque en 90 años diez mil pesos, más los intereses y todo lo demás en
dólares, son unos 20 millones”. Ella me miró y me dijo (la imita nuevamente): “ja, ja,
ja". Ese fue el diálogo con la Cristina.
-¿Y
siendo gobernador en Santa Cruz, Kirchner le rindió homenaje a los obreros
fusilados?
-¡Bueno ahí está el hecho, ahí
está! Cuando fue gobernador, no vino a ningún acto de reivindicación, ya que
todos los años hacemos actos. Cuando inauguramos el monumento en la estancia “La Anita ”, a 120 kilómetros de la
capital, el gobernador tendría que haber venido pero no, mandó como su
representante al Jefe de la
Policía de la provincia. Es una provocación porque la Policía actuó en los
fusilamientos. Kirchner tiene el complejo que su abuelo estuvo en la represión.
Cuando nosotros filmamos la Patagonia
Rebelde , en 1974, la Juventud Peronista
se había ofrecido como extra, para hacer de multitud, y él estaba ahí.
Cuando llegó a Presidente, y se cumplió uno de los tantos aniversarios del
estreno de la Patagonia Rebelde,
organizó, para lavar sus culpas, una función de la película en el Salón Blanco
de la Presidencia.
Como digo yo, si vos escribís un libro que se hace película, estuvo diez años prohibida y nos persiguieron a todos, nos condenaron a
muerte y todo, y después viene un Presidente y decide dar una exhibición en la
Casa Rosada también decís: "Este tipo se
fumó". Entonces estaba ahí. Nos invitó a los actores, al director y a mí.
Cuando entró me dio un abrazo que hoy todavía me duelen todos los huesos y
después entró Solá, que era gobernador, y más me apretó todavía. Entonces ahí es
donde empecé a sospechar de mí mismo y me pregunté: "¿Qué está pasando acá?" (risas). Entonces Kirchner se mandó un chiste y dijo: “Bueno, estoy acá y
voy a mostrar esta película porque yo, señor director Olivera, usted sabe muy
bien que fui extra de la película y usted no me pagó, así que me está debiendo
el salario de extra de la película”. Todos se rieron.
-¿Pero
fue verdad que fue extra de la película?
-Él dice que sí, yo no lo voy
a discutir. Mirá, faltaban extras para la película y en el pueblo no se ofrecía
nadie, porque les daba miedo. Entonces yo lo fui a ver al Gobernador, que se
portó muy bien, y le dije si no me podía ayudar y me dice “yo le voy a ordenar
a la Juventud Peronista
que vaya a trabajar como extra”. Y vinieron, por supuesto se los disfrazó a
todos de época. Pero son todas escenas masivas. Dicen que hay unos tipos medios
bizcos mirando, quizá sea él (Risas).
(Publicada en la revista "Al Margen", septiembre de 2008)
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