viernes, 5 de septiembre de 2008

“Es increíble la magia que tiene la realidad”

Osvaldo Bayer

Es uno de los intelectuales más importantes de nuestro país. Historiador, escritor y periodista, autor de La Patagonia Rebelde”, “Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia”, “Rebeldía y esperanza”, entre otros libros, mantiene, a los 81 años, una lucidez y un compromiso que cualquiera envidiaría, a la edad que sea. Sencillo, coherente y consecuente con sus ideas, nos recibió en su casa para hablar de la Patagonia, el peronismo, los pueblos originarios y la memoria que él contribuye a mantener viva y latente, entre otros temas tan vigentes como él.

Por Luis Zarranz 
Entrevista: L.Z y Florencia Silio
Fotos: Sebastián León
La Real Academia Española, tan técnica y aristocrática como de costumbre, afirma que el “tugurio” es una “habitación, vivienda o establecimiento pequeño y mezquino”. Seguramente Osvaldo Soriano pretendió decir mucho más que eso al definir la casa de  Osvaldo Bayer, siendo como era su capacidad para bucear en el lenguaje y su pretendida intención de hacer calentar a los amigos. Tuvo respuesta: Bayer le dobló la apuesta: “Me gusta ese nombre”.
Es así que al golpear la puerta de la casa que el autor de “La Patagonia Rebelde” tiene en el porteño barrio de Belgrano, leemos un letrero fileteado con mucho más entusiasmo que arte: “El tugurio”, dice y uno ya comprende que está en la dirección exacta.
La puerta se abre y es ahí, exactamente ahí, donde, tan rápido como un niño de primaria corre al recreo, las sensaciones se abrazan: los nervios con la emoción, la admiración con la vergüenza, el entusiasmo con el orgullo. Sí. Son pocas las veces en la que se tiene el placer de conversar, fuera de un libro, con un referente. Y Osvaldo Bayer, historiador, escritor y periodista, qué duda cabe, es uno de ellos.
La puerta se abre, entonces, y nuestros ojos encuentran los suyos. Esos ojos inconfundibles que a los 81 años (se) prometen seguir luchando. Nos pregunta si recibimos su mensaje pidiendo postergar el encuentro debido al intenso resfrío con el que lo recibió el invierno de Buenos Aires, tras pasar varios meses en Alemania donde suele vivir la mitad de año.
Al ver nuestras caras de sorpresa, nos invita a pasar igual y nos recibe, aunque uno pueda sospechar su recelo al término, con cortesía caballeresca. Libros, libros y más libros. Diarios, diarios y más diarios forman una torre de Pisa periodística en peligro de derrumbe. No caben dudas de que se está en la casa de alguien amigo, novio y amante de la lectura y la investigación. Pero si algo hace presuponer que, verdaderamente, se está en la casa de Osvaldo Bayer es la simpleza franciscana –y otra vez uno acepta que el concepto no es bayeresco- en la que vive. Pero, y acá sí cabe un término afín a los valores que él rescata, la consecuencia salta a la vista de un ciego. A punto tal, que impacta.
En un mundo donde la coherencia cotiza en baja merece ser mencionada la simpleza, que más que eso es austeridad, de la morada de quién es, sin lugar a dudas, uno de los intelectuales más grandes (y no sólo precisamente en edad) que tiene este país.
Libros y diarios, decíamos, apilados en un preciso desorden serán parte central de la escenografía. Una pequeña mesa redonda y tres sillas alrededor –donde se sienta y nos sentamos-, completan el ambiente. Es una tarde ya casi noche de mucho frío y Osvaldo conoce buenas maneras de enfrentarlo: “¿No quieren un pequeño whisky para entrar un poquito en calor?”, pregunta. Por rigor profesional, ya que fue uno sólo el que aceptó el reto sin dejar ni una gota del elixir, no diremos quién fue. Sólo aclararemos que el fotógrafo estaba presente… ¡Salud!
Visiblemente resfriado, con un pañuelo al que debió recurrir en incontables ocasiones, Osvaldo pregunta sobre qué queremos charlar. No hay mejor pié para comenzar con algunas preguntas e inquietudes.

-Usted mejor que nadie ha pintado esa Patagonia trágica pero también rebelde. ¿En qué cosas ve hoy a la Patagonia Trágica y a la Patagonia Rebelde?
-Tendría que ser, por el paisaje y por su riqueza, un verdadero paraíso para la gente, pero sigue habiendo la misma explotación. Por supuesto que no la misma que antes, se está un poco mejor, pero están siempre los dueños de la tierra, los latifundistas. Cuando ya en una sociedad organizada tendría que tener cooperativas de trabajos, no hay nada de eso: no hay ninguna intención tampoco de hacer una especie de proyecto, no: se sigue saqueando igual que antes. Lo que sí hay es más conciencia, se ha reivindicado la historia. Cuando comencé la investigación de la huelga la gente no quería hablar. Hoy es el hecho fundamental de la historia patagónica. Están los héroes, con sus monumentos recordativos, las tumbas masivas señaladas, se enseña en la escuela. Yo estuve en un film que se hizo hace poco. Se llamó “la vuelta de Osvaldo Bayer”. Volví, después de más 30 años, a esos lugares que investigué. Y es una satisfacción ver la conciencia que tiene la gente de esos hechos, Por ejemplo, en el Calafate se ha hecho un museo histórico, muchas de las cosas que yo conté están allí. Ya es un hecho reconocido definitivamente, ya nadie lo puede esconder, negar.

-Leímos que fue declarado "persona no grata para el Senado de la Nación" por haber presentado un proyecto, como ciudadano, de unir las dos patagonias, la argentina y la chilena
-Sí, son estas cosas increíbles de la Argentina. Votado, además, por todos el Senado de la Nación, menos dos senadores. Es una cosa increíble, cuando en realidad es lo más racional que se puede hacer. En el proyecto que envié puse el ejemplo de Europa, un continente que se lo pasó guerreando: hay que ver cómo moría esa juventud en las trincheras por luchar por unos kilómetros más de fronteras. Bueno, hoy no hay más fronteras, hay una sola moneda para todos los países. Y eso que tienen diferentes religiones, diferentes culturas, idiomas. Los latinoamericanos que tenemos el mismo origen, el mismo idioma y la misma religión tenemos “las sagradas fronteras de las patria”, como dicen los militares. Entonces propuse, siguiendo el mercado europeo, unir las dos patagonias, la chilena y la argentina. Comercialmente, además, iba a beneficiar mucho económicamente a las dos regiones.  Para qué lo habré escrito: “¡Traidor a la patria!” me dijeron. Hay que ver como está redactado el dictamen: parezco un mercenario al que alguien me ha pagado… es la estupidez de fomentar ese odio entre los pueblos para tener un ejército. Y pienso ahora enviar una carta para que se me haga una reconsideración, que se me quite el nombre de “persona no grata”. No puedo entrar al Senado por haber presentado algo que se enseña en las escuelas, con el ejemplo de Bolivar. Además se va a terminar en eso porque no hay otra salida. No tiene ningún sentido la frontera. El autor del proyecto y los que votaron eso van a quedar en ridículos, van a quedar completamente fuera de moda.

-De la misma manera que quedó en ridículo ese brigadier que cuando usted se tuvo que ir al exilio le dijo que era la última vez que pisaba la patria, ¿no?
"Sí. 'Escúcheme, -me dijo- usted jamás, me entiende, jamás, va a volver a pisar el suelo de la patria'”, dice Osvaldo, imitando el tono reacio y firme. “Y no me van a creer pero cuando volví, ocho años después, me puse a caminar por Buenos Aires pensando que por esas casualidades me lo iba a encontrar al brigadier y le iba a decir: ‘brigadier, brigadier, aquí estoy pisando de nuevo el suelo de la patria’. Después averigüé y hacia dos años que se había muerto el señor brigadier, pero qué ridiculez, ¿no?".

Las palabras de Bayer se detienen en aquellos años duros, imposibles, en aquella “residencia en la amada tierra enemiga”, como definió el título de una ponencia en Alemania, su lugar de exilio, si es que existe un lugar cuando alguien se ha visto obligado a irse de su país.
Cada palabra suya se corresponde con un gesto, un leve vuelo de las manos, y esa tos que aparece cada tanto para recordarle que el resfrío ya está en su cuerpo. La nariz algo tapada, producto de la congestión, le provoca una voz más gruesa que, sin embargo, no le hace perder claridad.
Si algo ha caracterizado a Osvaldo en su trayectoria es su cualidad y calidad de polemista, una majestuosa invitación a discutir hechos, personajes, procesos con otros intelectuales, con funcionarios, con periodistas. Allí Bayer va argumentando pensamientos que posibilitan, a su vez, nuevos pensamientos. Ese deber del intelectual, hacer pensar mientra piensa, a los que pocos intelectuales se animan. De reciente publicación, “Entredichos. Osvaldo Bayer, 30 años de polémica” es un excelente material que recopila algunos de los debates que Bayer se encargó de protagonizar. Uno de ellos, con Rodolfo Terragno, tiene como eje al exilio y a la idea construida por ciertos ámbitos sobre el “privilegio” con el que categorizan al destierro. “Eso lo hizo Terrago -sostiene Bayer- no sé de qué privilegios habla. Me fui a los cincuenta años y tuve que empezar todo de cero en el exterior, cuando ya había llegado a tocar el cielo con las manos, como lo era vivir de mis libros y trabajar en casa, que es el sueño de todo intelectual. Y empecé de nuevo, con los libros prohibidos: fueron años muy difíciles”.

-¿Se construyó la noción de que los que se exiliaban no seguían luchando?
-Terragno no luchó, pero nosotros luchamos muchísimo. Las cosas que hicimos. Estoy muy orgulloso del exilio argentino: más publicaciones que el exilio antinazi alemán. El periódico “Sin censura”, que hacíamos con Soriano y Gabetta, y siempre nos ayudó mucho Cortazar, está muy bien hecho. Las cosas que se hacían en Madrid, en Caracas, en Estados Unidos también. Eso está plasmado en la polémica con Terragno.

-¿Le hubiese gustada polemizar con Perón o Evita?
-Claro que me hubiera gustado. Bueno, está la polémica con este muchacho Baschetti (se refiere a una polémica recompilada en Entredichos sobre el discurso de Eva Perón en España, el 1º de mayo de 1949). Yo escribí una nota sobre el discurso de alabanza que hace Eva Perón a Franco, que fue una cosa espantosa. Evita va allá y Franco le prepara un acto con los “sindicatos verticales”, como se decía. Entonces Eva les dice textual a los obreros: “Así como los obreros argentinos obedecen siempre lo que les ordena el general Perón, ustedes los trabajadores españoles tienen que obedecer siempre al general Franco”. Esto es indignante, más para la gente de nuestra generación: yo tenía nueve años cuando fue la Guerra Civil Española. Baschetti de alguna manera quiere decir que yo soy un “gorila”. Lo que propongo es que hay que decir la verdad histórica, pero no se puede hablar del peronismo porque "sos gorila”. Y, todo lo contrario, pero por algo fracasó. ¿Quién terminó con los ferrocarriles? El peronismo (Menem). Bueno, estas cosas hay que decirlas. El Gobierno más liberal de toda la historia argentina lo hizo un peronista. Es increíble la magia que tiene la realidad.

-Vemos que acá sobre la mesa tiene las películas “Gaviotas blindadas” sobre la historia del ERP. ¿Qué piensa sobre las guerrillas de la década del setenta, los movimientos que se armaban?
-Tuve una línea en esa época y discutí mucho con Rodolfo Walsh, que era muy amigo. Para mí la línea la había marcado Agustín Tosco: salir con la gente a la calle y luchar desde allí, como el Cordobazo, y no las guerrillas, porque la represión era muy fuerte. Además desde Estados Unidos estaba todo ya muy preparado. Me acuerdo de una conversación que tuve con Walsh, porque somos los dos del año 27. Le dije: “No entiendo cómo podes ser peronista después de que hayamos vivido el peronismo”. Y él me dijo: “No, no te equivoques: yo no soy peronista, soy marxista”, y me hizo la clásica pregunta: “Pero decime, ¿dónde está el pueblo?”. “Si -le dije- tenés razón, no se puede negar: el pueblo es peronista pero no es revolucionario, no los van a apoyar, lo van a dejar solos”. Y los hechos, desgraciadamente, me dieron la razón y murieron los mejores. Nunca estuve con la guerrilla pero, por supuesto, les reconozco el heroísmo y siempre he estado contra la desaparición de personas que hizo la dictadura. Tampoco me hubiera opuesto a la guerrilla, sino que veía que iban a matar a los mejores.

¿Pero rechaza a la guerrilla como método?
-En la Argentina sí, porque acá la represión fue muy grande. En Cuba triunfa porque Batista no tenía ninguna fuerza represiva. Era una Policía y un Ejército completamente tropical y Estados Unidos creyó que era uno de los tantos Golpes que pasaban. No se dieron cuenta: es más, pensaron que quizá era mejor terminar con Batista porque era un tipo corrupto de la médula hasta los huesos. Al principio Fidel no dice que era comunista. Después de que toma el Poder dice que es marxista. En eso fue muy vivo. En la Argentina, recuerdo, los teóricos del peronismo estaban totalmente en contra de Fidel Castro porque lo comparaban, por los fusilamientos, con el gobierno de Aramburu que había fusilado a peronistas.

Es evidente cómo el debate sobre el peronismo entusiasma a Osvaldo Bayer. Una discusión pocas veces abordada desde la polémica profunda. “El peronismo no hizo ninguna reforma agraria ni nada por el estilo, que debería haber sido esencial”, argumenta. Luego detalla encuentros, congresos, ponencias en las que fue catalogado como "gorila" y cómo esa categoría impide una verdadera discusión sobre la verdad histórica. “Perón siempre estuvo a favor del roquismo, pese a que su madre era de origen de los pueblos originarios; fue ayudante de Uriburu en el Golpe del 30, participó en la represión de la semana de enero de 1919 y en la de la huelga de los hacheros”, enumera y detalla portadas de los diarios en los que estos hechos quedaron registrados.
No hace falta mucha capacidad para darse cuenta de cómo se documenta su opinión y como pretende polemizar en esas zonas grises, donde casi todos prefieren el silencio. “Si me habré reído con Pavón Pereyra, el biógrafo oficial de Perón. Una vez le digo: ‘Tu General estuvo en la represión de 1919’. ‘Sí, pero él les advertía a los obreros que rajen’, me contestó. Vamos. ¿Donde está eso? En el diario Critica de 1919 está en primera página el entonces teniente Perón recogiendo armas para la represión obrera”
Como se aprecia, lo desvela la reflexión sobre los hombres de nuestra historia a los que se le levanta monumento o se erige como próceres. En efecto, es un luchador incansable por una memoria con la que apunta a rescatar a quienes la historia oficial mutila, para homenajear a sus verdugos. Sarmiento, Roca, Rauch, entre muchísimos otros hombres de “bronce”, son algunos a los que ha denunciado con sobrados argumentos. Desde hace años lucha para que se saque el monumento al General Roca que está en el cruce de las calles Perú y Diagonal Sur, el más grande de la Ciudad de Buenos Aires; para que se cambie su rostro en los billetes de cien pesos por el de Juana Azurduy, heroína de la Independencia latinoamericana; y para que todas calles, pueblos, trenes y ciudades que llevan su nombre lo cambien por el de “Pueblos Originarios”.
Un verdadero homenaje a la historia y aquellas comunidades indígenas que fueron masacradas por el general que dirigió la mal llamada “Campaña del Desierto”, en el sur del país. Roca, el que anunciaba “reparto de indios”, el que restauró la esclavitud sometiéndolos, nos mira desde sus monumentos mientras las comunidades indígenas, arrasadas por él, nos miran desde su miseria. “Muchas poblaciones le han cambiado el nombre a la calle Roca a partir de todo esto que estamos haciendo”, resume Osvaldo. Luego agrega, en perfecto estado de comunión -esa palabra tan bella apropiada por conceptos católicos- con sus ideas: “Los cambios hay que hacerlos por convencimiento, con conciencia, con argumentos, no por la fuerza”.

Uno, muchas veces, se sorprende por cómo las palabras y las acciones de Bayer encuentran tanto eco en los jóvenes, en las nuevas generaciones. El ejemplo del grupo Arbolito -lleva ese nombre después de escuchar una charla de Osvaldo en la que contó la historia del indio ranquel "Arbolito", quien esperó el momento para asesinar al coronel Rauch, responsable de la masacre a su comunidad- quizá sea el más conocido, pero no el único. Cientos de agrupaciones e individuos se referencian en este historiador libertario, que no se asusta por poner en juego las ideas. “A mi me gusta mucho, me resulta muy simpático cuando grupos de jóvenes me llaman, por ejemplo como pasó con Arbolito, que cuando pueden me invitan a un concierto y relato la historia. No sé si alguna vez me vieron. Es muy lindo: ellos comienzan el concierto y después entro al escenario y empiezo a relatar el hecho. Mientras voy relatando ellos se largan con la música que va subiendo, subiendo y cuando termino el relato, se mandan con la canción, que es preciosa, muy linda y la gente aplaude mucho”, cuenta con los ojos húmedos por el resfrío que lo obliga a interrumpir la anécdota para sonarse la nariz.
“Además siempre cuento que me metieron preso por ese tema: tuve 63 días preso porque propuse cambiar el nombre de la ciudad de Coronel Rauch por el de Arbolito con tanta mala suerte que cuando lo hice, en la ciudad de Rauch, y volví a Buenos Aires, ¿quién era el Ministro del Interior? Se llamaba Juan Enrique Rauch, bisnieto directo del Coronel. (Risas). Mirá que hay que tener mala suerte. Es como sacarse la lotería (Más risas, miradas cómplices compartidas). Siempre finalizo la anécdota diciendo que me mandaron preso a la cárcel de mujeres y que no voy a dar detalles pero que no la pasé mal. Entonces toda la gente se ríe a carcajadas”. 
Nosotros también.

Osvaldo, autor del guión del film "Awka Liwen", la película sobre pueblos originarios que están filmando Mariano Aiello y Kristina Hille, aspira a que se proyecte en todos los colegios y que además el Gobierno imite a los de Canadá y Australia, quienes pidieron disculpas a los comunidades aborígenes por las matanzas que cometieron.

-¿Cómo juzga la situación de los pueblos originarios?
-No les reconocieron nada (sus tierras) y en la Patagonia se vende todo. Si están ocupadas por ellos, los sacan a patadas porque no tienen propiedad. Es que son “tierras comunitarias”,  como le dicen. Es una lucha inmensa, luchan mucho más que antes.

-¿Cuándo mira para atrás y ve todo este recorrido, todo lo que hizo, qué sensación tiene?
-Estoy muy contento, aunque no se ha logrado casi nada porque el país no ha avanzando ideológicamente en casi nada y nos tocó el peronismo que cambió todo para no modificar absolutamente nada. Cuando uno recorre las estancias patagónicas ve exactamente lo mismo que yo escribí sobre lo que pasaba en el año veintiuno.

Cada palabra, una vez más, es acompañada por un gesto. Cómo no detenerse en él. Sería casi imposible y a la vez significaría perderse mucho de todo lo que dice. El rostro como de marinero recién llegado de altamar, esa sencillez a cuestas. Cómo no decir que Bayer transmite ideología en el raso y simple vestuario que lleva encima. Las ideas libertarias, anarquistas, la concepción del hombre como ser libre, sin mandar ni ser mandado: todo eso está presente en la charla aunque no se mencione literalmente. En la casa, en el pañuelo repetido, en la manera de recibirnos, de mirarnos, de hablar. Salta a la vista. “¿Qué representa, qué significa para usted ser libertario?”, lo interrogamos. “Es -dice, escondiendo la tos- la única ideología racional: discutir todo en asamblea, ir paso a paso con la anuencia de todos. Por supuesto que las sociedades irán más mucho más lentamente, pero para qué tanto apuro para este mundo que está impresionante”.
El grabador se apaga pero seguimos conversando unos minutos más, abusando de su cordialidad. También nosotros queremos que todo transcurra lentamente. Que el tiempo se detenga en este preciso instante en que Osvaldo nos abre la puerta, nos saludamos y cruzamos las últimas palabras.
Pero no. El tiempo no para.
“Y ahora, de vuelta la realidad”, dice uno de nosotros mientras un taxi, apurado, nos toca bocina.


Deudas, Extras y provocaciones
Osvaldo Bayer conoce a los Kirchner casi desde la cuna. Su padre y el abuelo de Néstor se conocieron en el sur patagónico. Desde entonces hubo una pequeña “diferencia” entre ellos.

-Sabemos que hay una historia de larga data, sobre los Bayer y los Kirchner…
-Sí, mi padre al hombre que más odiaba era al abuelo de Kirchner. Mi viejo estuvo en Río Gallegos, mi hermano mayor nació allá. Y como a mi padre le gustaba hablar alemán, se hizo amigo del abuelo de Kirchner que era suizo alemán. Y resulta que este Kirchner tenía un hotel y era prestamista de dinero. Un buen día se presentó y le dijo a mi padre “necesito ya mismo diez mil pesos”. Mi padre fue al banco, sacó ese dinero de sus ahorros -en aquella época diez mil pesos era mucha plata- y se los dio. Bueno, nunca se los devolvió.
Cuando empiezo a investigar la huelga patagónica encuentro a los grandes obreros que decían “Kirchner, gran explotador, un miserable” y lo publiqué en mis libros. Pero siempre sostuve que el nieto no tiene nada que ver con las cosas del abuelo, qué se yo las cosas que hizo mi abuelo, ¿no?. Una vez me invitan a una entrevista sobre un especial sobre la Patagonia. Llegué antes del horario y me hicieron pasar a un saloncito, estaba ahí sólo y de pronto entra Cristina. El saloncito era muy estrecho, ella se sentó enfrente y me miraba de frente y entonces de pronto me dice: “Escuchame una cosa, ¿vos sos Osvaldo Bayer?”, me tuteó y todo (risas). La miro y le contesto que sí. Y me dice (le imita la voz y los gestos con notable capacidad): “Vos tenés una tara, porque cada vez que leo algo tuyo, una artículo periodístico, hablás del abuelo de mi marido, cada vez que leo un ensayo filosófico, hablás del abuelo de mi marido, cada vez que leo un artículo sobre las huelgas patagónicas, hablas del abuelo de mi marido, escuchame una cosa, ¿no tenés otra cosa en la cabeza?”. Un lenguaje insólito, entonces yo le continué la carrera y le digo: “Si el abuelo de tu marido era un atorrante”. Le hablé así porque ella me tuteó. Y ahí hizo un modismo muy gracioso. Hizo algo así (imita la cara de Cristina, con un gesto de desapruebo) y dijo: “No, no era un atorrante, era un pícaro”. “Bueno, si era un pícaro entonces páguenme los veinte millones que me debe porque en 90 años diez mil pesos, más los intereses y todo lo demás en dólares, son unos 20 millones”. Ella me miró y me dijo (la imita nuevamente): “ja, ja, ja". Ese fue el diálogo con la Cristina.

-¿Y siendo gobernador en Santa Cruz, Kirchner le rindió homenaje a los obreros fusilados?
-¡Bueno ahí está el hecho, ahí está! Cuando fue gobernador, no vino a ningún acto de reivindicación, ya que todos los años hacemos actos. Cuando inauguramos el monumento en la estancia “La Anita”, a 120 kilómetros de la capital, el gobernador tendría que haber venido pero no, mandó como su representante al Jefe de la Policía de la provincia. Es una provocación porque la Policía actuó en los fusilamientos. Kirchner tiene el complejo que su abuelo estuvo en la represión. Cuando nosotros filmamos la Patagonia Rebelde, en 1974, la Juventud Peronista se había ofrecido como extra, para hacer de multitud, y él estaba ahí. Cuando llegó a Presidente, y se cumplió uno de los tantos aniversarios del estreno de la Patagonia Rebelde, organizó, para lavar sus culpas, una función de la película en el Salón Blanco de la Presidencia. Como digo yo, si vos escribís un libro que se hace película, estuvo diez años prohibida y nos persiguieron a todos, nos condenaron a muerte y todo, y después viene un Presidente y decide dar una exhibición en la Casa Rosada también decís: "Este tipo se fumó". Entonces estaba ahí. Nos invitó a los actores, al director y a mí. Cuando entró me dio un abrazo que hoy todavía me duelen todos los huesos y después entró Solá, que era gobernador, y más me apretó todavía. Entonces ahí es donde empecé a sospechar de mí mismo y me pregunté: "¿Qué está pasando acá?" (risas). Entonces Kirchner se mandó un chiste y dijo: “Bueno, estoy acá y voy a mostrar esta película porque yo, señor director Olivera, usted sabe muy bien que fui extra de la película y usted no me pagó, así que me está debiendo el salario de extra de la película”. Todos se rieron.

-¿Pero fue verdad que fue extra de la película?
-Él dice que sí, yo no lo voy a discutir. Mirá, faltaban extras para la película y en el pueblo no se ofrecía nadie, porque les daba miedo. Entonces yo lo fui a ver al Gobernador, que se portó muy bien, y le dije si no me podía ayudar y me dice “yo le voy a ordenar a la Juventud Peronista que vaya a trabajar como extra”. Y vinieron, por supuesto se los disfrazó a todos de época. Pero son todas escenas masivas. Dicen que hay unos tipos medios bizcos mirando, quizá sea él (Risas).

(Publicada en la revista "Al Margen", septiembre de 2008)

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