domingo, 24 de abril de 2011

Música cubana con sonidos del mundo

La cantante Yusa se presenta nuevamente en nuestro país en un ciclo con amigos de la talla de Ana Prada y Raly Barrionuevo.

Hace tres décadas, cuando estudiaba en la escuela primaria de música “Alejandro García Caturla” en La Habana, Cuba, y caminaba por el malecón, Yusa posaba los ojos en el horizonte, mirada de marinero, para imaginar adónde llegaría con su guitarra a cuestas.
Los años pasaron y esta cantante y multiinstrumentista cubana ha pasado la mayor parte de su vida yendo y viniendo de la isla, como lo hace el mar, ese que forjó su identidad habanera, que se aleja para luego volver con nuevo brío.
Yusa es reconocida como una de las representantes de la nueva ola de músicos cubanos que condensan la tradición de su país con los sonidos del resto del mundo. En su caso conviven una mixtura de géneros: jazz, pop, ritmo brasileño y, por supuesto, una profunda raíz cubana como la rumba, la trova y el son.
A estas pampas llegó por primera vez tres años atrás como bajista de Santiago Feliú. Desde entonces corrió mucha agua: edificó una sólida carrera como solista a nivel mundial, cosechó reconocimientos, construyó un lazo inquebrantable con su público y adoptó a la Argentina como segundo hogar, con sede en La Plata: “Es en el único país donde podía pasarme algo así porque es donde tengo la conexión más fuerte. Argentina es el lugar que tiene más vínculo con Cuba a nivel intelectual”, sostiene.
En este contexto viene llevando a cabo el ciclo “Descarga con amigos, 2° parte”, en el Café Vinilo (Gorriti 3780), donde se enlaza con músicos del nivel de Ana Prada, Edgardo Cardozo y Raly Barrionuevo. Además estrena una nueva banda, que siente “mucho más power”.
Cada show le permite lucir su voz profunda y su virtuosismo en instrumentos como la guitarra, el bajo y el tres cubano.

-Nuevamente está brindando una “descarga con amigos”. ¿Qué importancia le asigna a compartir el escenario con ellos?
-Es la suerte de poder estar haciendo lo que quiero y tiene que ver con la libertad de mi vida. De hecho, estar en un lugar fuera de Cuba, con amigos, y hacer lo mismo que hago en mi casa es una suerte que pocas veces se da. No me había sucedido en ningún otro país. He viajado mucho y casi siempre he estado con los amigos específicamente convocados o porque hemos coincidido en fechas, pero aquí no ha sucedido eso: he hecho amistades en el tiempo que llevo trabajando en Argentina y ya son parte de mi carrera, son personas con las que hablo por teléfono y les digo: “Oye, vamos a hacer una descarga tal día. ¿Tienes fecha libre?”. Y por suerte, pueden. Suceden cosas especiales porque hacemos sus repertorios, logrando una especie de sincretismo entre las dos culturas. (En el show del domingo pasado la mixtura con Ana Prada fue exquisita).

-Poco a poco Argentina se fue convirtiendo en su segunda casa. ¿Qué cosas del país le generan atención?
-Muchas cosas, sobre todo el amor por Cuba, que no es un detalle menor porque no hubiese podido hacer tantas cosas si no habría tanta repercusión de lo que tiene que ver con mi país. Yo no sabía que existía un público de Yusa en América del Sur. En el ciclo estreno banda y lo más curioso es que el baterista fue el primer argentino fan que me escribió a myspace diciendo “¿cuándo vas a venir a Argentina?”. Casi toda mi carrera se desarrolló en Europa, que es donde están los mercados a los que se apuestan los fenómenos de Cuba. Yo me he sentido aquí amada de una manera especial por ser cubana. Y eso fue muy importante porque es cuando más útil me he sentido para proyectar mi arte.

-Además de este ciclo está estrenando banda. ¿Qué características tiene?
-Es mortal. Hacía tiempo que no tenía una banda tan power: es la que yo quería. Y es de lujo: Quique Ferrari en bajo eléctrico, contrabajo y voz; Cristhian Fayad, el fan, en batería; y en guitarra eléctrica, Elmer Ferrer, que es de Cuba. Por primera vez puedo traer un músico que ha participado en mis discos, con el que hemos hecho canciones juntos que por primera vez haremos con esta banda. Es un cuarteto súper poderoso.

-Su música está compuesta por eso que se conoce como “sonidos del mundo” pero a la vez tiene mucha raíz. ¿Cómo se logra eso?
-Tiene que ver con los viajes, porque estoy viajando desde que tengo 17 años haciendo mi música. Y eso no es un detalle menor para ver cómo reaccionas ante las cosas, estando incluso dentro de tu propio país. Como casi toda mi carrera se desarrolló en Europa y Japón, tiene mucho de esa apertura porque no es lo mismo si sales con 33 años al mundo que si sales con 18. A esa edad te comes el mundo y absorbes todo lo que tenga para darte. Y ahí escuché otra música, no la que fue parte de mi desarrollo, como Charly García, Soda Stereo o Spinetta. Al mismo tiempo tengo el arraigo natural de la identidad del cubano y además la academia: herramientas para toda la vida.

-¿Cómo han sido esos años, desde los 6, en la academia de música?

-Es un mundo estricto, donde casi no hay juegos, que viene de las escuelas europeas, de la aristocracia. La música clásica fue siempre música de élite y en este caso, en Cuba, donde sucedían otras cosas muy movidas era surrealista, como un teatro del absurdo. Ahora ha evolucionado pero en aquella época era tremendo, muy rígido. Tenía materias de piano como si estudiara piano básico como carrera. Mi especialidad era guitarra pero la maestra te trataba como si fuera a ser pianista. Lo que toco de piano se lo debo a ella. Era una exigencia muy fuerte pero realmente lo bueno que tiene esa academia es que te enseñan cómo lidiar con todo eso, que es lo más importante. Cómo aprender a estudiar: en eso estriba lo interesante.

-¿Qué cosas la interpelan a la hora de componer?
-Presto mucha atención a todo lo que veo. He tenido la posibilidad, desde muy niña, de hacer música, de tener tiempo para estudiar y de seguir un camino donde me dedico y vivo de la música, además de tener a mis padres que me dan todas las herramientas. Eso te brinda otro modo de enfrentarse a la vida. Hay cosas por las cuales yo no pasé: escenas de violencias, de catástrofes. No es un detalle menor y por eso puedo darme cuenta de lo que nos falta, de las cosas que realmente importan. Puedo ponerme en función de los demás de un modo humilde, austero, porque ésa es la educación del país donde vengo, donde existen muchos sentimientos solidarios que están instaurados en la identidad, en los genes. Así que cuando pasan cosas a mí alrededor me pegan fuerte.

-¿Cómo proyecta sus próximos años?
-En ese sentido soy bastante oriental, muy de presente. Evidentemente las cosas que uno hace hoy son las cosas que proyecta para el futuro. Mis decisiones han dado como consecuencia todo esto. Teniendo tan claro este asunto trabajo profundamente el hoy para poder hacer futuro; de hecho no sé qué va a pasar mañana. El futuro es muy ignoto: van cambiando muchas cosas en la vida. Y con optimismo me veo haciendo música toda la vida porque está ligada a mí como el aire.

(Publicada en el periódico Miradas Al Sur, 24 de abril de 2011)

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