La campaña
mediática que pretende privilegiar los cortes de ruta en Gualeguaychú por sobre
las causas que lo generan, se topó con una invitada sorpresa: la realidad. Así,
periodistas, funcionarios, burócratas, tecnócratas y otras raras especies, que
lamentablemente no están en vías de extinción, debieron tragarse el sapo. Como ya
se sabe, el pez por la boca muere, aunque los peces hace rato que mueran por
otras causas.
Por Luis Zarranz
Enero fue el mes en que se pretendió, literalmente por
todos los medios, desarticular el corte de ruta en Arroyo Verde (Gualeguaychú) en
contra el funcionamiento de la pastera Botnia e impedir que Colón y Concordia
apoyaran el reclamo.
Pero mientras los medios hablaban, en cadena nacional,
sobre las consecuencias y no sobre las causas de dicha medida, Botnia dejaba en
offside a un tendal de periodistas, funcionarios y mercenarios debido a los
“daños colaterales” de su funcionamiento.
En efecto, si enero fue el mes en el que con más
insistencia se aspiró a deslegitimar la protesta, los días que ya
transcurrieron de febrero fueron los que más legitimaron la movilización.
El olor a Botnia generó, primero, más de mil denuncias de
ciudadanos de Gualeguaychú por contaminación; y la extensa mancha de origen
botnio sobre el Río Uruguay, en segundo término, pusieron en ridículo los
informes citados por todos los matutinos sobre los nulos efectos contaminante
de la pastera; lograron que las palabras de los tecnócratas y burócratas
sonaran más desproporcionadas que de costumbre; y crudamente expusieron el
nivel de desidia y manipuleo al que estamos sometidos: este flagelante nivel de
contaminación sonora y visual de la realidad deja al descubierto que no sólo es
Botnia la que contamina, por desgracia.
Por excepcional, esta nota debe adelantar lo que sería un
interesante remate final: la paradoja de sentir como un triunfo la comprobación de la contaminación. La negación de una
obviedad tal como el perjuicio que provoca en el ambiente una empresa de la
dimensión de la pastera finlandesa, sea cual fuese su producción, (y más cuando
hablamos de una de las cinco industrias más contaminantes), está generando este
psicótico y doloroso contrasentido al saberse con razón.
Los asambleístas, que luchan para evitar la contaminación
en el entorno en el que viven, se ven obligados a inflar el pecho ante los
medios, como diciendo “teníamos razón”, cada vez que se produce un hecho
evidente de contaminación, cosa cada vez más frecuente.
Esta alteración, que los que se oponen al funcionamiento
de Botnia sientan una especie de penosa victoria reivindicativa debido al
bombardeo mediático que insiste con que Gualeguaychú es casi más impoluto que
una isla desierta, es apenas una muestra de los efectos de esta campaña que
pretende poner el foco sobre el corte de ruta, antes que en la causa que lo
genera.
Además de justificar el genocidio israelí en la Franja de Gaza, en enero
los medios gastaron más tinta que nunca para reducir el movimiento “ambiental”
(que es mucho más que eso) de mayor contundencia del país, a unos cuatro o
cinco alocados; se llenaron la boca para referirse a los “estrictos” monitoreos
que regulan la producción de pulpa; fustigaron el corte (a diferencia de los
“del campo”, que propician) y pretendieron, de manera burda, desprestigiar a la Asamblea de Gualeguaychú.
Esta estrategia para restarle apoyo social, sobre todo
hacia los que siguen el conflicto a la distancia, es uno de los mejores
reconocimientos, además de la masividad, que la gente de Gualeguaychú ya puede
atesorar.
Después de todo, fue un enero también, en el 2008, cuando
el jefe de editores del diario Clarín, Ricardo Roa, les manifestó a una
delegación de la Asamblea
que el diario “tenía postura tomada en el conflicto” que, está claro, no hace
falta aclarar en favor de quién.
El “debate” por los cortes de ruta, en enero, ganó todas
las tapas que quiso de Clarín. En febrero, ninguno de los casos de
contaminación mereció, por el contrario, la primera plana. ¿Hace falta
mencionar los motivos?
¿Nacional y
popular?
Fue Néstor Kirchner, siendo Presidente, el que aclamó,
junto con su esposa, que la lucha contra Botnia era una “causa nacional”. Es el
gobierno de Cristina Kirchner, junto con su esposo, el que no se cansa de repetir
su oposición a la “metodología” del corte de ruta y a urdir diversas
estrategias para plantear que el único ámbito de reclamo es la Corte Internacional
de La Haya. La
evidente contradicción admite una sola explicación: el doble discurso oficial.
Uno de los principales referentes del kirchnerismo, Luis
D’Elia, también dejó sentada su pertenencia al espacio nacional, popular y antiimperialista:
“La presencia de Botnia en Uruguay es saludable para la región", afirmó el
hombre que hasta hace quince minutos se declaraba en oposición a la instalación
de empresas del capital extranjero en nuestra región. “Fomenta la sana
competencia entre empresas", agregó, compartiendo los ideales de Adam
Smith y del liberalismo.
El Presidente del INTI, el ingeniero Enrique Martínez,
otro de los que quisieron salir a confundir a la opinión pública, tuvo que
meterse las palabras en el bolsillo (seamos generosos) cuando salió a afirmar
que, según los estudios del organismo, “Botnia no está contaminando".
"Hoy por hoy creemos que el tratamiento de efluentes que hace Botnia y los
controles de Uruguay están garantizando que la planta no contamine"(1).
Diez días después, más de mil denuncias por olores a
huevo podrido llenaban los hospitales de Gualeguaychú. Veinte días más tarde, el
funcionario desmentía lo que había dicho ante la evidencia en sentido contrario
(2)
En el medio, los trabajadores del INTI iniciaron una
acción para objetar a su propio presidente y para demostrar los defectos y
errores del informe en el que se basaba Martínez para aseverar que la pastera
no esté produciendo ningún efecto contaminante: ese documento tenía resultados
preliminares e incompletos pero fueron considerados suficientes para afirmar, a
pesar de lo reconocido por la propia empresa, que “de los valores hallados (por
el INTI) hasta el momento, no se infiere que haya indicios de afectación del
curso de agua del Río Uruguay dentro de la zona objeto de estudio”.
Martínez, que creyó oportuno difundir el informe en plena
cruzada contra los asambleístas
entrerrianos, no creyó oportuno esperar los resultados de las mediciones de los
elementos órganoclorados, tanto en el agua como en los sedimentos. Esos
controles estaban previstos pero, se informó luego, no se pudieron hacer porque
"el equipamiento adquirido por el INTI aun no fue entregado por el proveedor".
Tampoco pudo medirse la presencia de dioxinas y furanos,
contaminantes orgánicos persistentes, porque "las muestras fueron
remitidas a un laboratorio en Canadá" y los resultados no llegaron al
Instituto. Las dioxinas son el compuesto más contaminante, a tal punto que la
comunidad internacional adoptó una Convención para evitar su producción. En el
informe sobre su primer semestre de producción, Botnia reconoce que las genera.
¿Cómo puede presentarse como positiva una evaluación que carece de ese dato?
Unos días después, desde el INTI emitieron un nuevo
informe ya sin la ansiedad del señor Martínez: éste ya tenía procesados los
datos del laboratorio R&PC (Canadá). “Hasta el momento se detectó mayor
concentración de dioxinas y furanos en sedimentos localizados frente y aguas
abajo de la pastera, respecto de los valores hallados aguas arriba”(…) “Estos
valores deben ser cuidadosamente evaluados a lo largo del tiempo",
concluyó el INTI, con menos difusión.
La nueva conclusión quizá explique los motivos del apuro
de Martínez…
Parte y
contraparte
El domingo 25 de enero, Clarín publicó una nota en la que
sostenía: “Por la papelera, el río Uruguay es hoy el sitio más monitoreado del
mundo” (3). A continuación podía leerse: “Al menos siete organismos estatales y
no gubernamentales evalúan si sufre un daño ambiental”. “Casi seis años desde
el primer análisis. Siete organismos de control. Estudios sobre el agua, aire,
radiogeoquímicos y de fito y zooplancton. Más de 40 informes redactados. Muchas
son las características del plan de vigilancia ambiental sobre el Río Uruguay.
La conclusión es siempre la misma. Por ahora, "Botnia no contamina".
El artículo, tan tranquilizador como sospechoso, tuvo su
contraparte. No fue la réplica de ningún asambleísta enfurecido. 48 horas más
tarde, la realidad golpeó las puertas de Clarín, que no tuvo opción de dejarla
entrar:
-“En Gualeguaychú soplaron ayer ráfagas de gases y malos
olores”.
-“Un fuerte olor a repollo hervido o a huevo podrido se
percibió ayer en el balneario Ñandubaysal, sobre el río Uruguay, y la ciudad de
Gualeguaychú. Las rágafas provenían de la planta pastera de Botnia, ubicada
cerca de Fray Bentos, en territorio uruguayo, frente al balneario y a 27 kilómetros de
Gualeguaychú”.
-“‘Por primera vez sentí ese olor en mi propia oficina’,
dijo el intendente local Juan José Bahillo”.
-“La pastera finesa admitió que esos olores provenían de
su planta, pero los adjudicó a tareas de mantenimiento y aseguró que no se
trataba de escapes contaminantes”.
-“‘Personal de la Oficina de Vigilancia Ambiental tomó muestras: ‘El
olor es indicativo de ácido sulfídrico en el aire’, dijo Martín Piaggio,
Secretario Municipal de Salud”.
-"La
OMS indica que los niveles de ácido sulfídrico aceptables en
el aire son de cero, porque es tóxico". (4)
La contundencia, queda claro, es irrefutable. Con un
agregado: el problema del olor no es que sea asqueroso sino mucho peor: es
tóxico.
Algunas preguntas que asaltan el sentido común: Si siete
organismos no son capaces de detectar este efecto contaminante, ¿es de muy mal
gusto decir que hacen mal su trabajo? ¿Quién controla el “control” de estos
monitoreadores? ¿Registran la angustia que siente quien sabe que vivirá toda su
vida en los alrededores de la planta?
Estas preguntas, que no encontraron respuesta, estaban
frescas cuando una mancha apareció sobre el río Uruguay, a la altura del puerto
de la pastera de Botnia en Fray Bentos. La mancha, de gigantescas proporciones,
se extendía 6 kKm. aguas abajo de Botnia y 5 Km . aguas arriba (6). La casualidad, y no el
efecto de la producción de Botnia, que quede claro, la habían localizado justo
ahí.
El gobernador Sergio Urribarri, que jamás podrá ser
acusado de “asambleísta”, sostuvo exactamente lo contrario que había dicho un
mes atrás y aseguró, con idéntica convicción, que era “innegable" que la
pastera finlandesa esté afectando al río compartido. ¿No era que no había que
preocuparse, Gobernador?
Los funcionarios
y las funciones
El secretario de Medio Ambiente uruguayo, Carlos Colacce,
que hasta donde uno entiende debería preocuparse por defender el medioambiente,
no a la empresa, sostuvo que la mancha en el río eran algas. Nada dijo, en
cambio, sobre porqué, entonces, esas algas rodeaban el predio de Botnia, hecho
que comprobaron todos los técnicos que acudieron al lugar.
El experto en cuestiones ambientales Aníbal Fernández
confirmó luego que la mancha fue provocada por "microalgas verdes":
“No hay pasta celulosa en el agua. Es la presencia de una floración de
microalgas verdes" (6).
Otra vez, las preguntas nos asaltan: ¿Por qué es el
Ministro de Justicia el que debe extraer la muestra, siendo que, como los
medios destacan, el monitoreo sobre Botnia es intenso? ¿No existen, además,
funcionarios de áreas más idóneas? ¿Puede ser que ningún periodista le haya
trasladado la inquietud al Ministro ni que él se haya quejado por el trabajo
extra?
Aún aceptando la hipótesis de que la mancha son “algas” ¿Por
qué éstas rodean a Botnia? ¿Por qué nunca antes el río tuvo algas de semejante
extensión? Fernández dijo que no hay pasta celulosa en el agua. ¿Qué esperaba,
una plancha de papel con la firma de Botnia? ¿Es de fundamentalista o de
sentido común suponer que si la mancha se dispuso alrededor de la planta, implicaría
la existencia de algún elemento particular que favorezca tal aparición?
El sol y el agua
Unos días antes de la aparición de las algas misteriosas,
el ex encargado de Asuntos Ambientales de la Cancillería (durante la Presidencia de
Kirchner), Raúl Estrada Oyuela, consignó en un informe: “Quien
tenga ojos para mirar el Río, le bastará observar la proliferación de algas
tóxicas que son la consecuencia del vertido de fósforo y nitrato que para el
estudio del INTI se encuentra a niveles aceptables, cuando es universalmente
conocido que el Río de los Pájaros ya no admite más nutrientes”
Hay quienes pueden sospechar de la subjetividad de
Oyuela. Para eso es necesario incorporar otra fuente: El biólogo Norberto
Oldani, investigador del INTEC (UNL/CONICET) es uno de los científicos
santafesinos que forma parte del promocionado equipo que realiza trabajos en el
marco del Plan de Vigilancia Ambiental del Río Uruguay, encargado por la Secretaría de Medio
Ambiente de la Nación.
Según explicó Oldani, a la altura de la pastera Botnia se
produjo una combinación entre las condiciones hidrológicas del Río Uruguay que
sumado al enriquecimiento de las aguas debido a los vertientes de la empresa,
generó un gran florecimiento algal.
“Es una situación que no estamos acostumbrados a ver en
un río, entonces llamó muchísimo la atención ver esa mancha que tiene distintas
tonalidades de verde, ya que no era blanca. La gente veía como que Botnia había
tirado algo distinto a lo normal, pero no fue así, sólo sigue vertiendo lo que
tira siempre (…)”. (7)
Es eso, lo que Botnia vierte al aire, al suelo y al río todos
los días, lo que preocupa y genera la resistencia social masiva en
Gualeguaychú. Es eso lo que moviliza y movilizará a los asambleístas y es la
misma causa que origina uno de los métodos de su lucha: el corte de ruta que
los medios fustigan, que los funcionarios repudian y que la ciudad sostiene.
Sería gastar pólvora en chimango si se insistiera con la
legitimidad social que lo sustenta; con la legitimidad jurídica que muchos
autores y fallos ya destacan; con la legítima defensa al derecho a la vida y la
salud que los asiste; con la libertad para elegir el ambiente sano en el que
aspiran a vivir, y tantas otras cuestiones de menor importancia frente a semejante
inversión.
Está bien. No lo haremos. Pero la próxima vez -mañana
mismo- cuando vuelvan a fustigar a la lucha de la gente de Gualeguaychú busquen
nuevos (y mejores) argumentos porque no se puede, por mucho que se intente,
tapar el sol con la mano. De alguna forma, de mil formas, este siempre se
escurre por entre los dedos, como el agua que ahora mismo Botnia está
contaminando.
La manipulación mediática, el doble discurso oficial, el
tecnicismo y el servilismo produce tanta contaminación como la que emana de
Botnia y hace falta un movimiento tan o más grande que Gualeguaychú para
combatirlos.
Fuentes
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