Los desconocidos
(conocidos) de siempre ingresaron, el domingo pasado, a la sede de la Asociación Madres
de Plaza de Mayo y destruyeron varios objetos. Increíblemente no se robaron nada, salvo el pañuelo de
Hebe de Bonafini. La intimidación, con un claro mensaje mafioso, demuestra el
accionar de estos grupos que anhelan la impunidad perpetua. Un ataque contra un
símbolo que no puede borrar toda su significancia.
Por Luis Zarranz
Los símbolos lo son
porque representan mucho más que lo que son en sí: por su simbología cargan con
un valor agregado y a través de ellos, en la mayoría de los casos, es posible
definir un concepto mucho más amplio.
El pañuelo de
las Madres de Plaza de Mayo representa muchísimo más que cualquier pañuelo y
que cualquier pedazo de tela que tenga la misma forma. Representa la memoria,
la lucha y la resistencia, entre otras simbologías.
El pasado
domingo 11 los descocidos archi conocidos ingresaron a la Asociación Madres
de Plaza de Mayo –otro símbolo de resistencia– y destruyeron varios objetos de la Asociación , la Casa de las Madres y la Universidad Popular.
No se robaron nada, salvo el pañuelo de Hebe de Bonafini, la presidenta de la Asociación.
Con ese mensaje,
no hace falta tener mucha capacidad analítica para darse cuenta que no se trató
de un simple robo. El robo del pañuelo tiene un alto contenido político: buscan
arrasar con la Memoria ,
la Justicia
y la Verdad ,
tres aspectos que se reavivaron, con cientos de limitaciones, con la reapertura
de los juicios.
“Abrieron los
cajones, violaron las cerraduras, rompieron las puertas, revolvieron todo y no
se llevaron nada, salvo el pañuelo”, afirmó Hebe de Bonafini en un comunicado
difundido por las Madres.
La modalidad del
episodio demuestra que se trató de un innegable acto de amedrentamiento y
amenazas contra las Madres. Varias horas después de ocurrido el hecho, Hebe de
Bonafini sostuvo: “Yo creo que esto está claro. A mi hija le dijeron ‘estamos
volviendo y las vamos a liquidar a tu madre y a vos’. Y esto es lo que está ocurriendo porque,
entraron a la Casa
de las Madres, a Prensa Madres y al lugar de la Universidad ”.
Los (des)conocidos
que irrumpieron en la sede -a dos cuadras del Congreso de la Nación-, revisaron el
escritorio de Hebe y robaron 30 pesos de una cartera, el pañuelo y una agenda,
pero no se llevaron los cheques al portador que estaban destinados al pago del
personal de la radio. Tampoco faltaron los televisores, los DVD ni las consolas
que se encuentran en el sector de prensa de la Universidad de las
Madres.
"La Justicia debe encontrar
rápido a los culpables de esto. Yo no quiero custodia ni nada parecido",
aclaró Bonafini y vinculó la agresión con un editorial difundido días atrás en
el que reclamó que la Armada
brinde datos para agilizar la investigación por la Masacre de Trelew,
cometida en 1972.
El ataque había
sido descubierto en la mañana del domingo por los feriantes que arman sus puestos
en la plaza que está frente a la Asociación.
De inmediato alertaron a las Madres.
Los peritos de la Policía científica
informaron que las puertas de Hipólito Yrigoyen 1584 fueron forzadas de adentro
hacia fuera, por lo que se presume que los atacantes ingresaron durante el
sábado y permanecieron allí cuando la sede fue cerrada a la noche.
Este nuevo
ataque, contra las Madres en particular, y contra los impulsores de los Juicios
a los genocidas de la última dictadura en general, demuestra cuán activos están,
con sus métodos mafiosos al servicio de su fin: la impunidad.
El secuestro del
titular de la Casa
de la Memoria
en Zarate, Juan Puthod, la desaparición de Julio López y las continuas
intimidaciones son ejemplos concretos que evidencian lo importante, urgente y
necesario que resulta lograr ya el enjuiciamiento y la condena a estos “grupos
de tareas”.
Otro símbolo
La semana
anterior al ataque en la sede de las Madres, (des)conocidos tocaron el timbre
en la casa de Alejandra, la hija de Hebe que vive en La Plata , a las cuatro y media
de la madrugada. Cuando se acercó a la puerta escuchó la frase que sólo
pronuncian los nostálgicos: “Estamos volviendo”.
Luego, los
individuos recitaron una serie de insultos y gritaron además: “La primera que
vamos a reventar es a tu vieja y después a vos”. Alejandra se quedó sentada en
el piso de su casa y no llamó a su madre, que vive a la vuelta, para no
obligarla a salir sabiendo que los tipos podían seguir ahí afuera.
El robo del
pañuelo no es la primera intimidación, vaya si no lo será, que reciben las
Madres en su sede. Fueron varias. Una de las últimas, incluso, consistió en un
llamado al sector de Prensa donde del otro lado de la línea se escuchaba una
conversación del día anterior entre los mismos integrantes de ese Departamento.
Solidarizarse
con este nuevo ataque, con el mensaje que carga intrínseco, es un deber y una
necesidad. No sólo es obvio que los (des)conocidos pertenecen, o reciben
ordenes, de elementos activos que actuaron en la última dictadura
cívico-militar sino que fue deliberada la intención para que así se notara.
Fueron las
Madres, Hebe a la cabeza, las que no enseñaron a practicar la solidaridad.
Gracias a ellas, “la única lucha que se pierde es la que se abandona”.
Y ese es un
símbolo imposible de robar.
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