jueves, 28 de junio de 2007

Un parto


Hace nueve meses se llevaban a Julio López luego de su valioso y valiente testimonio. Nueve meses. El mismo tiempo en que se tarde en engendrar un bebé. El caso es un parto con dolor y angustia. La sociedad sigue indiferente como si se tratara de un hecho pasado o resuelto. ¿Se harán responsables o nuevamente se dirá “no se sabía nada”?

Por Luis Zarranz
   Pasaron nueve meses de la desaparición de Jorge Julio López. Nueve meses, el mismo tiempo que una mujer espera para dar a luz.
   El mismo tiempo.
   Otros tiempos.
   No hay respuesta, desde el Estado, ninguna respuesta, para dar con el paradero de quien fuera testigo contra el genocida Miguel Etchecolatz.
    Nueve meses de ausencia. De angustia, de bronca, de indiferencia.
    Ya nada será lo que era, porque Julio no está entre nosotros. Porque Julio fue desaparecido por declarar contra su torturador. Porque Julio fue secuestrado en plena “democracia” y entonces resulta que con ella no se come, no se cura, no se educa.
    Los indiferentes de siempre preguntan si todavía sigue desaparecido ese viejito que los conmovió tan sólo por dos días, cuando López fue noticia en los diarios. Luego los matutinos lo desaparecieron y los indiferentes siguieron preocupados por el rating en el prime time.
   Pero López sigue desaparecido. No está.
   Entonces hay que gritar que ahora, sí ahora, resulta indispensable “aparición con vida y castigo a los culpables”. Entonces la palabra se hace verbo, carne y duele porque tiene tanta actualidad como la mañana.
    El Gobierno se preocupa más en demostrar lo obvio, que Mauricio es Macri, que en buscar a una persona de la cual, de la noche a la mañana, literalmente, no se tienen noticias.
   Nueve meses. El mismo tiempo que toma engendrar un bebe, que viene al mundo cubierto de llanto.
   El secuestro y la desaparición de Julio López fue, es, un mensaje mafioso para la sociedad. “Vean cuánto poder tenemos”, nos vinieron a decir.
   Es responsabilidad nuestra reclamar su aparición. Quien así no lo hiciese, por favor, tenga el coraje, al menos, de hacerse cargo. 30.000 personas desaparecieron en la más absoluta indiferencia social porque, se dijo, “algo habrán hecho”.
   La pregunta es qué habrán hecho los que decían eso, para sentirse tan tranquilos en su comodidad cotidiana.
   Pero resulta que no hay que ser resentido, hay que saber perdonar, hay que mirar para adelante, hacia el futuro, el pasado pisado, por algo se dan las cosas.
    Nueve meses.
    “Para qué siguen con eso, si seguro ya lo mataron”, grita la señora desde el primer piso de su departamento de Callao y Sarmiento.
    Ya no sirve detenerse a explicarle, a contarle, a informarle para qué seguimos con esto.
    Ya no.
    Nueve meses.
    Un nacimiento. Una desaparición. La vida. La muerte. La certidumbre. Lo incierto. El llanto. La desesperación.
    Nueve malditos meses.
    López no está. ¿López dónde está?
    El bebé que acaba de nacer no tiene la menor idea quién es Julio López. ¿Y sus padres?
    El viento del invierno, no trae novedades.
    El bebé llora, como queriendo decir algo…

(Publicada en el sitio "Jaque al Rey", 28 de junio de 2007)

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