domingo, 18 de marzo de 2007

De López, ni noticias


Lo que los medios están haciendo con el caso López es casi tan grave, en términos simbólicos, como la propia desaparición del testigo clave del juicio que condenó a Miguel Etchecolatz a cadena perpetua como genocida.

Por Luis Zarranz
A pocos días –tan sólo ocho– de cumplirse seis meses de la desaparición del albañil no hay noticias, ni una sola, sobre su destino. No hay datos porque el Gobierno hizo poco (y mal) para dar con su paradero y sus captores; porque la Justicia se muestra más que nunca, y como siempre, incapaz; y porque quien lo busca –principalmente la Policía Bonaerense– tiene sobrados nexos con quienes lo secuestraron.
Junto con éste panorama no se escucha, no se ven, ni se leen noticias de López porque los medios decidieron, también, desaparecerlo de su agenda informativa. Así, cuando se recorren las páginas de los diarios no aparece ni una mención al tema, ni un recuadro, una foto, nada. Al igual que el Gobierno, los medios se llamaron a silencio.
López no sólo está desaparecido físicamente; también está secuestrado de los diarios: “No está, no es, no existe”, como los definió vergonzosa e impunemente el dictador Jorge Rafael Videla.
Adriana Calvo, miembro de la Asociación Ex Detenidos y Desaparecidos sostiene que “los medios necesitan una noticia, como si no fuera suficiente notición cada día que sigue estando desaparecido Julio López”.
El hecho de que la prensa no dedique ni siquiera en un rinconcito una foto de López, que no se mencionen los días que sigue secuestrado, y por lo tanto los días que el hecho sigue impune instala la pregunta sobre qué es noticia para el periodismo.
Según el Manual de Estilo del diario Clarín: “Son noticia los sucesos que la opinión pública necesita conocer por su significación e impacto sobre: la actualidad cotidiana, la paz externa o interna, la vida social, la convivencia, las costumbres; o porque marcan tendencias que deben ser detectadas e investigadas”.
¿Quién decide lo que la opinión pública necesita conocer? ¿La noticia sobre el secuestro de López y los 174 días que lleva desaparecido no se ajusta a esa definición? ¿Por qué Clarín ya no pública nada sobre el tema? ¿Por qué no se escribe ni una sola línea, al menos los 19 de cada mes, al otro día de las movilizaciones que se hacen para reclamar su aparición?
Resulta no sólo inconveniente, sino imposible, aislar el caso López de otras coberturas periodísticas y mediáticas relacionadas con los Derechos Humanos. Éstas, asimismo, implicadas en un contexto social y económico mayor: ¿A que intereses responden los medios tradicionales? ¿De quienes están más cerca, de los que sufrieron la dictadura o de los que la usufructuaron? Si la mirada se amplía, el horizonte se ve más claro.
La otra pregunta que se instala inevitablemente es, en efecto, si los medios son el reflejo de una sociedad apática; o cómplices, por omisión, de la desaparición de un testigo, ex detenido-desaparecido, querellante en el juicio de su torturador y vuelto a desaparecer como consecuencia de su valioso y valiente testimonio.
Es cierto que la sociedad se mostró en gran parte con un desinterés pasmoso e indignante. No obstante, la respuesta admite múltiples variantes. Para empezar a desatar el nudo conviene centrarse en muchos mecanismos que el periodismo utiliza, no como una fábrica de malvados, sino como propios a su quehacer cotidiano.

Causa y efecto
“Conviene empezar por el principio”, diría mi abuelo. En los días posteriores al secuestro de López los medios insistieron con dos teorías, una de las cuales resultaba ser “más leve”, cuando era en realidad más absurda. Se dijo que López podría haber sido secuestrado o haber sufrido un “shock emocional”. Esa hipótesis, en realidad, no sólo era inviable sino que era tan terrible como la desaparición porque implicaba a un testigo dejado a su suerte, sin ninguna protección estatal, como la que contó el día de la condena Miguel Etchecolatz, con un chaleco para las balas que nadie le iba a disparar.
Los diarios se dividen en secciones como una manera de ordenar el trabajo periodístico y las distintas áreas de la información. Esta práctica implica, en muchos casos, separar la causa de la consecuencia. Suele pasar que los efectos colaterales de la Economía no se publiquen en la sección Economía, sino en Sociedad.
En el caso López fue patético. Jorge López fue secuestrado luego de su testimonio en un juicio oral donde aseguró reconocer a Etchecolatz como su torturador. Sin embargo, fueron muchos los medios que se pusieron en “cadena nacional” para intentar separar una cosa de la otra: “Está perdido” “Se desconoce el paradero”.

Medios y fines
Algún memorioso recordará que no hace mucho –un año atrás– la gran mayoría del periodismo gráfico, televisivo y radial, lanzó programas especiales, suplementos y audios históricos para recordar los 30 años del Golpe militar.
Cinco meses después, no sólo no ofrecieron respuestas a la altura de semejante hecho informativo sino que, lo que es peor, no se plantearon ninguna pregunta. Se le declaró la muerte al periodismo de investigación, se asesinó la interpelación periodística hacia los funcionarios y el quién y el cómo fueron obligados a rendirse.
En el diario de hoy, de ayer y de mañana no sólo ocupa más espacio que la ausencia de López el crimen de María Marta, la guerra de almohadones frente al Planetario o las polémicas de Gran Hermano sino que hasta la más mínima publicidad, ese minúsculo aviso que revende entradas o aquel otro que ofrece cremas para una mejor erección tienen más cabida que la desaparición de Jorge Julio López.

Abracadabra
Así como en los medios masivos –por llamarlos de alguna forma– no existen noticias sobre el tema, los medios sociales desbordaron de datos, y aún hoy encuentran mucha  información para publicar sobre el tema. Como un perfecto truco de magia lo que es “nada por aquí” se transforma en “todo por acá”.
Entrevistas, informaciones sobre encuentros, actividades, crónicas sobre Jornadas, coberturas en manifestaciones, avances y retrocesos de la causa judicial, entre otros relatos, fueron moneda corriente en muchos medios sociales donde el caso, con un notable criterio periodístico, tiene un peso específico en la información. Todo, con menores recursos económicos pero con la enorme riqueza que da la pulsión por comunicar en las condiciones que sean.
Somos nosotros, los consumidores de los medios en decadencia quienes todavía legitimamos ese sistema que muere cada día que pasa y no se atreve a narrar lo que cualquier ciego es capaz de vez.
No se trata, en consecuencia, sólo de pelear para que los llamados medios masivos le den importancia a noticias que lo son per se sino de generar nuevos y renovados mecanismos que nos permitan recuperan nuestra voz y nuestro yo.

(Publicada en el sitio "Jaque al Rey", 18 de marzo de 2007)

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